El intento de Tom Pidcock por alcanzar la gloria en el Mundial de Ruta 2025 en Kigali terminó con un sabor amargo. El británico cruzó la línea de meta en la décima posición, a 9 minutos y 5 segundos del vencedor absoluto, su rival y amigo Tadej Pogacar, que dominó la carrera con autoridad
Para Pidcock, que había dejado ver destellos de ambición en las primeras horas de la prueba, el resultado final llegó acompañado de una sensación de frustración y cansancio extremo.
Él mismo lo resumió con crudeza: fue, en sus palabras, “probablemente la carrera menos disfrutable del año”, una jornada marcada por la atrición, las subidas sin descanso y los adoquines que golpeaban las piernas sin compasión.
Pidcock no tardó en reconocer que las sensaciones no fueron buenas desde el arranque. “No me sentí muy bien al principio”, admitió en declaraciones a Cycling Pro Net. “A medida que avanzaba la competición, intenté entrar en ella, pero al final me desinflé completamente. A partir de ese punto, era pura supervivencia hasta la meta. No hay mucho más que decir, fue absolutamente implacable.”
El británico, acostumbrado a desenvolverse con solvencia tanto en las clásicas como en grandes vueltas, se vio atrapado en una dinámica de desgaste continuo que terminó pasándole factura.
Los momentos cruciales llegaron en el Mont Kigali y en los circuitos técnicos posteriores, donde el ritmo impuesto resultó demasiado exigente. Aunque Pidcock consiguió mantenerse inicialmente en contacto con el grupo selecto que perseguía a Pogacar, donde figuraban corredores belgas, irlandeses y otros nombres fuertes de la jornada, poco a poco fue perdiendo terreno.
“En un momento, cuando éramos cinco persiguiendo a Tadej, pensé: ‘Ahora todo es posible’”, recordó. “Pero entonces mis piernas se dieron por vencidas.”
Los sectores adoquinados y las subidas repetidas terminaron de desnudar sus límites. Incluso para un ciclista tan versátil como él, la combinación de factores fue demoledora.
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La altitud, un enemigo inesperado
Otro de los elementos que condicionaron su actuación fue la altitud de Kigali, situada a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. Pidcock reconoció haber subestimado su efecto. “Creo que resté importancia al efecto de la altitud de antemano. Una vez que comencé a competir y lo sentí, fue realmente duro. Hice lo que pude, pero fue un día difícil.”
En las últimas vueltas, el aire enrarecido se convirtió en un obstáculo añadido, dificultando cualquier intento de recuperación.
Aunque el resultado estuvo lejos de sus aspiraciones de vestir la camiseta arcoíris, Pidcock optó por mantener una visión pragmática sobre lo sucedido. Reconoció que el desenlace estuvo ligado no solo al recorrido y a la altitud, sino también al acumulado de una temporada larga y dura, en la que había disputado incluso la Vuelta a España semanas antes.
“Hice lo mejor que pude, y considerando todo, no puedo quejarme. Algunos días simplemente no puedes tener todo.”
Pidcock se marchó de Kigali sin la recompensa del podio, pero con un aprendizaje valioso sobre sus límites y sobre la exigencia máxima de un Mundial. “Lo intenté lo mejor que pude, eso es todo lo que puedes hacer”, concluyó.