Geraint Thomas ha vivido muchos días decisivos en su carrera: el oro olímpico en Pekín, la victoria en el Tour de Francia en París o el casi fracaso en el Giro de 2019. Pero quizá ninguno de esos momentos tuvo tanto peso como su despedida en el Tour de Gran Bretaña de 2025. En Cardiff, el corredor de 39 años cruzó la meta por última vez, poniendo fin a una trayectoria profesional de 19 años. Ya no estaba al frente de la carrera, como tampoco lo había estado en las dos últimas temporadas, pero su adiós en casa fue más que una victoria: fue la ocasión para que los aficionados al ciclismo británico se despidieran de uno de sus hijos más ilustres.
Dos días después, en su pódcast Watts Occurring with Luke Rowe, Thomas ofreció la versión más sincera de lo que sintió en ese momento. "Sí, estoy destrozado", admitió cuando Rowe le preguntó si había empezado a llorar inmediatamente después de la meta. No era solo el final de una carrera deportiva, sino de una vida marcada por el ciclismo. Desde sus primeras vueltas en la pista de Maindy, en Cardiff, hasta los títulos mundiales y olímpicos en el velódromo, pasando por el maillot amarillo en París, Thomas estuvo siempre definido por su longevidad en la élite. Despedirse en casa, ante el público galés, fue el broche de oro a una trayectoria legendaria.
El final resultó caótico. Thomas relató los preparativos en el velódromo de Newport, donde casi le cogen por sorpresa. "Me había olvidado de que tenía que correr en bicicleta", recordó entre risas. "Todo el pelotón estaba allí, sujetando las bicis, haciendo girar las ruedas. Me dije: 'Qué bonito'". Incluso en sus últimos kilómetros apareció el instinto competitivo. "Simplemente arranqué y vi la moto de la tele también… no pasó nada. La perseguía por toda la carretera". Ese breve impulso le dejó agotado. "Si tu vida como ciclista profesional es un saco de arena y siempre le estás haciendo agujeros, ese fue el último. No quedaba nada dentro".
A partir de ahí todo se redujo a sobrevivir mientras el ritmo fragmentaba el grupo. "Sufrí mucho entonces… estaba en una caja en ese momento", confesó. La salvación llegó de manera inesperada: un rebaño de vacas cruzó la carretera y neutralizó la carrera brevemente. En la aproximación a Cardiff, el ambiente se volvió más intenso que la propia competición. "Al pasar por Birchgrove y Birch me emocioné y sentí un nudo en la garganta", admitió Thomas. "Un corredor de Uno-X se acercó y me dijo: 'Ha sido un honor disputar tu última carrera contigo'. Y yo pensaba: 'Amigo, no me digas esto ahora'".
La meta en Cardiff fue el punto de liberación emocional. "Nunca volveré a correr en bicicleta", reflexionó. "Dejé a Swifty para el final porque sabía que probablemente me iba a derrumbar, y entonces nos abrazamos, los dos llorando". Con gafas transparentes en lugar de espejadas, no había forma de ocultar las lágrimas. "Todo el mundo podía verme los ojos. Pensaba: 'Dios mío'". Las entrevistas fueron casi imposibles. "No he vuelto a ver la de S4C, pero no podía hablar", reconoció. "Griff estaba diciendo algo precioso sobre sus hijos o sobre Max, y yo solo pensaba: 'Amigo, cállate, que me vas a hacer seguir llorando'".
Lo que hizo tan especial su despedida fue el escenario. A diferencia de muchos campeones que se retiran lejos de casa, Thomas lo hizo en Cardiff. Desde que el Tour de Gran Bretaña anunció que la carrera terminaría allí, los aficionados lo vivieron como su despedida. Miles se agolparon en las carreteras y las celebraciones culminaron en el castillo de Cardiff, ante 4.000 personas. "Las entradas se agotaron en una hora. Es una locura", comentó en el pódcast. "Fue irreal. Increíble".
Thomas se emocionó en la meta de Gales
Gran parte del cariño hacia Thomas se debe a su carácter cercano, alguien con quien los aficionados se sienten identificados pese a sus triunfos y fama. Esa conexión con sus raíces marcó toda su carrera. El club Maindy Flyers, con el que compitió por primera vez, estuvo presente en su despedida, llevándole hasta el castillo, como si se cerrara un círculo.
En el pódcast también reveló qué espera echar más de menos. "Cuando terminas, te sientas en tu silla, vas a la ducha y de repente te relajas. Eso lo voy a extrañar mucho". Rowe añadió que lo esencial era el sentido de pertenencia compartido: "Puedes tener días duros o semanas malas, pero siempre te apoyas en los demás. O, al contrario, vivir veinte días de grandeza juntos". Thomas coincidió: "Lo que más voy a echar de menos es salir ahí, intentarlo, hacerlo el uno por el otro".
Tras 16 años en el Team Sky/INEOS, equipo que dominó el ciclismo de su época, esa camaradería se convirtió en parte fundamental de su legado, tanto como sus victorias.
Y como no podía ser de otra manera, la despedida incluyó una fiesta. Rowe y Thomas contaron sin filtros las secuelas: cánticos en pubs, reuniones multitudinarias en la calle y una resaca memorable. "Fuimos a Tiny Rebel, cantando canciones todos juntos… cualquiera que no fuera galés pensaría: 'Qué demonios hacen estas cuarenta personas cantando en círculo'", recordó Rowe. Thomas admitió que la mañana siguiente fue dura: "El domingo por la noche estaba enfermo. Vomité en un barreño a mitad de la escalera. Fue de las grandes". Aun así, cumplió con las cámaras: "Al día siguiente vino la BBC de Gales. Pensé: 'Han venido hasta aquí, tengo que hacerlo'. Aguanté la entrevista como pude".
Emoción de G en Cardiff
Las emociones en Cardiff se sumaron a un palmarés que incluye dos oros olímpicos, el triunfo en el Tour de Francia de 2018 y un lugar entre los grandes del ciclismo británico. Debutó en el Tour en 2007, antes de la era Sky, y se retiró casi dos décadas después, en un pelotón donde ya brillaban corredores como Remco Evenepoel. Esa longevidad explica por qué él mismo resume: "Terminar cuando uno quiere es una cosa, pero terminar allí, con todo eso, es otro nivel".
Después de la emoción llegó la vuelta a la vida normal. "Toca regresar a la realidad. La vuelta al cole y todo eso", dijo. "Ayer por la mañana fui a dejar a los niños y pensaba: 'No estoy en condiciones de mantener una conversación'". Rowe, retirado un año antes, aseguró que la adaptación es posible: "Me encanta la jubilación, estoy seguro de que a ti también". Thomas ya imagina lo que vendrá: "Estar más en casa, más relajado, hacer lo que quieras, sin tanto control… la hierba siempre parece más verde".
La historia del ciclismo recordará a Thomas por el maillot amarillo en París y por sus triunfos olímpicos, pero los aficionados lo recordarán sobre todo por la cercanía y el aire familiar que siempre transmitió. En Cardiff, rodeado de su gente bajo el cielo galés, cerró el círculo. "Los dos últimos minutos de carrera, con el público entregado, fueron una locura. Cruzar la línea y pensar: 'Ya está, he terminado'".