Julian Alaphilippe es uno de los corredores más emblemáticos de las últimas diez ediciones del
Tour de Francia. En sus seis participaciones, ha ganado seis etapas, finalizó quinto en la clasificación general y conquistó el maillot de la montaña. Además, vistió el maillot amarillo durante 18 días en su heroica actuación de 2019.
Su presencia podría haber sido, en parte, uno de los motivos por los que el equipo Tudor Pro Cycling fue invitado este año para debutar en el Tour. “Sé que tengo una historia con el Tour, y no solo por mis victorias, sino también porque me he enfrentado a muchas situaciones diferentes”, explicó Alaphilippe sobre su relación con la Grande Boucle en el programa Bistrot Vélo.
“Resiliencia y entrega año tras año ante distintos desafíos, ya fuera conquistar el maillot de lunares, el maillot amarillo, o lograr victorias de etapa junto a corredores como Mark Cavendish, Elia Viviani o Marcel Kittel... He vivido muchas emociones en el Tour, y esas experiencias me han dejado infinidad de recuerdos. Y, por supuesto, el público siempre me ha apoyado y animado con entusiasmo. Por eso, volver a las carreteras del Tour significa tanto para mí”.
“Recuerdo especialmente la salida de mi primer Tour, cuando soñaba con ganar una etapa algún día. Mi objetivo entonces también era terminarlo, llegar a París y poder decirme a mí mismo: ‘He corrido el Tour de Francia y he hecho mi trabajo para el equipo’”.
No tardó en cumplir ese sueño. Dos años más tarde, Alaphilippe escribió su nombre en la historia de la carrera sin margen para el fracaso. “Jamás habría imaginado lograr lo que conseguí después de aquel primer Tour. Por supuesto que me siento orgulloso, porque hacerlo en las carreteras del Tour, la carrera más grande del mundo, ante ese público y siendo francés, es algo magnífico. Esas emociones se multiplican por diez. Es increíble”.
Aunque son muchos los momentos que Alaphilippe guarda con cariño, probablemente su recuerdo más intenso sea la victoria en la contrarreloj de Pau, en el Tour de 2019, cuando vestía el maillot amarillo. Si bien el francés no es un especialista en la disciplina, aquella victoria superó con creces la que había conseguido en la París-Niza de 2017, que concluyó en una empinada subida.
Julian Alaphilippe, muy motivado.
Alaphilippe, motivado
“El recorrido me venía como anillo al dedo. Sabía que tenía las mejores piernas de mi vida”, rememora. “Y el maillot amarillo te sobrecoge. Todo el mundo espera que lo pierdas, y tú quieres demostrar lo contrario. Pero aun así, ¡no pensaba que ganaría una contrarreloj con el maillot amarillo sobre los hombros! Fue algo muy especial. Nunca he olvidado ese día”.
Aunque el francés no entra, en condiciones normales, en la categoría de líder para la general, podría pensarse que corre sin presión, dejándose llevar por el caos y con libertad para hacer lo que le plazca. Puede que eso sea cierto en ocasiones, pero solo es posible destacar así si se cuenta con el nivel necesario.
“Disfrutas cuando tienes buenas piernas”, responde con una sonrisa cuando le preguntan si el Tour es una carrera para divertirse siendo un corredor como él. “Pero, en cualquier caso, depende de mí encontrar la manera de disfrutarlo e intentar alcanzar los objetivos que me propongo, en las etapas que tengo en mente”.