El adiós más triste de Alexander Kristoff a la París-Roubaix: "Es una pena acabar en el coche"

Ciclismo
miércoles, 16 abril 2025 en 00:30
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Durante quince años, Alexander Kristoff ha sido un nombre sinónimo de constancia, de potencia en los adoquines, de lucha sin descanso. Pero en su última batalla contra el Infierno del Norte, el veterano noruego no encontró redención, sino un final crudo y doloroso. A los 37 años, la París-Roubaix le negó el cuento de hadas, le negó el podio, y le dejó como único recuerdo una caída brutal, confusión y, quizás, una conmoción cerebral.

Kristoff había depositado una esperanza silenciosa en esta edición. Una última oportunidad para romper la maldición, para dejar atrás años de infortunios en el Monumento más despiadado. Pero todo se torció temprano. “Me caí de cabeza”, relató el noruego en los canales de Uno-X Mobility. “Después comencé a pedalear en la dirección equivocada. Estaba desorientado, quizás con una pequeña conmoción cerebral. No sabía hacia dónde ir. Me crucé con otros corredores, y entonces pensé: ‘Tengo que dar la vuelta’”.

No era solo una caída. Era una desconexión del presente, un símbolo de un cuerpo que aún quería seguir, pero que estaba siendo traicionado por la realidad. Kristoff, ex ganador de la Milán-San Remo y del Tour de Flandes, intentó continuar. Siempre lo hace. Pero esta vez, las señales fueron demasiado claras. “Tuve que parar. Me dolía la rodilla, no tenía fuerza en la pierna. Se me soltó un poco, pero ya estaba pedaleando muy mermado”.

Detuvo su marcha en la zona de avituallamiento. Se bajó de la bicicleta. Y con ello, tal vez, cerró su historia con los Monumentos. Con un tono sincero, entre la resignación y el humor, Kristoff lo dejó claro: “Probablemente fue mi último Monumento, y por tanto, mi última Roubaix. Es una pena terminar la carrera en el coche… ¿Volver un año más? La verdad es que no me apetece correr aquí de nuevo”, dijo entre risas que escondían un adiós.

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