ANÁLISIS: El mensaje claro y rotundo de Tadej Pogacar en la Flecha Valona

Ciclismo
jueves, 24 abril 2025 en 20:00
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La edición 2025 de la Flecha Valona ofreció un espectáculo dramático en todos los sentidos. Bajo un clima implacable —frío, lluvia persistente y carreteras resbaladizas— la clásica de las Ardenas se convirtió no sólo en una prueba de resistencia física, sino también en un escenario de reivindicación deportiva para Tadej Pogacar.
Tras la inesperada derrota sufrida por el esloveno en la Amstel Gold Race a manos del danés Mattias Skjelmose, las dudas y las especulaciones comenzaron a circular con intensidad. Las redes sociales y los medios especializados hervían con teorías: ¿falló el posicionamiento en el sprint? ¿Fue Skjelmose realmente más fuerte? ¿Influyó Remco Evenepoel en la reaparición del danés? Pese a todo, la historia dejó en claro una vez más que en el ciclismo, los nombres ilustres no ganan carreras: las piernas lo hacen.
Pogacar, cuya reputación de atacar sin cálculo lo ha convertido en una figura admirada y también cuestionada, llegaba a Huy con una presión palpable. La expectativa era clara: debía ganar. Pero detrás de esa certeza aparente, muchos deseaban lo contrario. Querían ver si por fin alguien podía doblegar al vigente campeón del mundo en su terreno.
El guión de la carrera ofreció tensión desde el inicio. Skjelmose se fue al suelo, Evenepoel permanecía expectante, mientras nombres como Tom Pidcock, Ben Healy y Kévin Vauquelin aguardaban su momento. En el último kilómetro, el UAE Team Emirates XRG asumió el control. Pogacar se mantuvo a rueda... y entonces lanzó su ataque. Nadie pudo seguirle.
Cruzó la meta en solitario, con un margen de tiempo pocas veces visto en la icónica subida del Mur de Huy. Fue una victoria categórica. Pero el verdadero golpe de efecto llegó al final, con una imagen que dio la vuelta al mundo: Pogacar, brazos extendidos, palmas abiertas y boca cerrada.
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