La cuestión de cuándo, y no si,
Mathieu van der Poel se alejará definitivamente del ciclocross ya no es abstracta. El propio corredor la aborda en público y en privado, en un momento en el que sigue ganando y siendo central para el deporte. Con otro invierno de dominio en marcha y un récord de ocho títulos mundiales al alcance en casa, el calendario parece deliberado, no forzado. Lo que hace atractivo el debate es que retirarse ahora no sería un gesto de declive, sino de control.
Las palabras de Van der Poel a Het Laatste Nieuws fueron inusualmente directas para un deportista que a menudo mantiene su futuro deliberadamente difuso. “Es algo en lo que pienso, sí. Siempre he dicho que sería muy bonito parar en mi propio país con el récord. Por lo demás,
no me quedaría mucho más por conseguir en ciclocross”, dijo.
La lógica es difícil de rebatir. Con siete títulos mundiales ya en el bolsillo, está a una victoria de liderar en solitario la lista histórica de la especialidad. Lograrlo en Países Bajos, ante un público que le sigue desde niño, sería un capítulo final que pocos campeones escriben en sus propios términos.
Y seamos sinceros: ahora mismo, no parece que nadie pueda pararle.
Una década en la cúspide
El contexto importa. Van der Poel compite en ciclocross élite desde hace más de una década, y la disciplina cimentó su identidad mucho antes de que explotara su palmarés en carretera. Ya ha superado todos los referentes modernos de consistencia, pico de rendimiento y longevidad en el barro. La pregunta que plantea ahora no es si puede continuar, sino si existe un motivo de peso para hacerlo una vez alcance el hito definitivo. Como él mismo dijo: “Por lo demás, no me quedaría mucho más por conseguir en ciclocross.”
La idea de elegir la salida en lugar de que se la impongan aparece una y otra vez en sus comentarios. “Siempre quise parar en un punto alto. Si luego acabas quinto en Hoogerheide, te queda un regusto,” explicó.
Mathieu van der Poel se acerca al estatus de GOAT en ciclocross. @Sirotti
La referencia es reveladora. Van der Poel no está interesado en participaciones simbólicas ni regresos ceremoniales. Es plenamente consciente de lo rápido que puede erosionarse el dominio y de cómo el legado puede desplazarse si el final se estira. “No digo que dé por hecho que seré campeón del mundo en Hulst, pero entonces sí tendría la opción de hacerlo allí.”
Hay también una dimensión práctica. El ciclocross, incluso para alguien
tan dotado como Van der Poel, exige un tipo específico de intensidad, viajes y concentración mental durante los meses de invierno. “Lo hemos hablado internamente algunas veces. Es algo en lo que pienso, sí. No me hago más joven,” dijo.
A sus 30 años sigue siendo físicamente supremo, pero no se engaña sobre el riesgo de dar por sentado que siempre será así. “Ahora mismo sigo a un nivel muy alto, pero ¿quién dice que seguirá siendo el caso en dos, tres años? No lo sé, porque no tengo una bola de cristal.”
¿Podría ser mejor en otro frente?
El argumento más sólido para dar un paso atrás en el ciclocross después de 2026, o incluso antes, está en lo que podría desbloquear en otras áreas. Van der Poel ha construido una de las carreras en ruta más completas de su generación, y sus ambiciones ahí están lejos de agotarse. Estructura sus temporadas alrededor de las clásicas de primavera, y en 2025 logró lo que muy pocos: ganar Milano–Sanremo y
Paris–Roubaix en la misma primavera. Ambos triunfos llegaron tras un pulso intenso con el mejor ciclista del mundo, Tadej Pogacar.
El ciclocross siempre formó parte de esa preparación, pero Van der Poel cuestiona abiertamente si sigue siendo imprescindible. “No creo que necesite absolutamente el ciclocross para alcanzar mi mejor nivel. Seguro que no. ¿Quizá sin el ‘cross’ incluso podría ser mejor? Si no lo pruebas, no lo sabes,” dijo.
Esa incógnita es relevante. Por primera vez, se plantea seriamente un invierno centrado por completo en la ruta: más descanso, menos carreras, bloques de entrenamiento largos en condiciones estables.
Sus comentarios sobre España refuerzan esa idea. “Lo haría principalmente con la vista puesta en la temporada de carretera, sí. Para poder descansar un poco más en invierno. Por ejemplo, poder quedarme todo el invierno en España y entrenar allí,” explicó. El intercambio es claro. Menos carreras ante muros humanos en Bélgica y Países Bajos, pero potencialmente más regularidad durante una larga temporada en ruta que ahora incluye también un programa serio del Tour de France.
El Tour en sí complica el cuadro. Van der Poel nunca ha ocultado que julio le importa, aunque no aspire a la general. En 2025, por fin volvió a encenderse en el Tour como no se le veía desde hacía cuatro años, y agitó la carrera como no habíamos visto. Quizá se haya reenamorado de la gran cita del ciclismo.
Mantener la frescura hasta el verano es cada vez más difícil cuando el calendario arranca en diciembre a máxima intensidad. Eliminar el ciclocross por completo podría prolongar su pico más adentro del año, algo crucial a medida que crecen sus responsabilidades en carretera.
También pesa la ambición pendiente en montaña. Van der Poel ha repetido que el título mundial de MTB en formato olímpico es el único maillot arcoíris que falta en su colección. Ese objetivo exige otra preparación, quizá incompatible con una temporada completa de ciclocross. Y ya se vio este año, cuando Van der Poel no pudo encontrar su mejor versión en el Mundial de bicicleta de montaña. Desde esa perspectiva, reducir o aparcar el calendario de cross no sería tanto cerrar una puerta como abrir otra.
El argumento para seguir en el cross
Aun así, las razones para continuar con el ciclocross más allá de 2026 son igual de fuertes, y mucho más emocionales. Van der Poel no habla de la disciplina como una obligación contractual o una herramienta de entrenamiento. “El ciclocross en sí, claro. Sigue siendo lo que más me gusta. Y el público. Crecí con esa atmósfera”, admitió.
El ciclocross no es solo algo que hace, es donde se forjó su relación con la competición, donde su apellido tiene un significado único y donde su vínculo con la afición es más visceral.
También existe la posibilidad de que cambien las circunstancias. La eventual inclusión del ciclocross en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 podría alterar prioridades de forma radical. Un título olímpico se convertiría al instante en una nueva cima, reencuadrando la idea de que “no quedaría mucho más” por lograr. Van der Poel no se ha comprometido en ningún sentido, pero reconoce que un avance así podría influir en su pensamiento.
Quizá lo más revelador es lo cuidadoso que es al evitar una conclusión definitiva. “Ya veremos. Desde luego no es una decisión final”, dijo. Incluso mientras expone los argumentos para dar un paso al lado, deja espacio para que intervengan el instinto, el disfrute y la oportunidad. Esa ambigüedad suena genuina más que estratégica.
¿Seguirá Mathieu van der Poel en el ciclocross más allá de 2026? Según sus propias palabras, la respuesta depende menos de la forma que del momento. Si logra el octavo título mundial en Hulst, en casa, la lógica de parar ahí es convincente. Sería un final poco común, moldeado por elección propia. Pero el ciclocross es también la disciplina que admite que más echaría de menos, la ligada a sus primeros recuerdos y emociones más fuertes.
Lo que parece claro es que no habrá una despedida lenta. Tanto si se detiene pronto como si prolonga un poco más, Van der Poel pretende fijar él mismo el momento. En un deporte que rara vez concede ese lujo, solo eso ya sería una declaración final a la altura.