Tadej Pogacar ha elevado el ciclismo a otro nivel. En apenas dos años, el esloveno ha demostrado que los límites estaban, quizás, mal calculados. Sus actuaciones sobre la bicicleta han dejado atónitos a propios y extraños. Sin embargo, en un deporte cuya historia está profundamente marcada por los escándalos de dopaje, el escepticismo no tarda en aparecer. Y, esta vez, viene con un marcado acento francés.
Marc Madiot, director del Groupama-FDJ y figura histórica del pelotón, lo resumió con una frase tan breve como contundente antes de la París-Roubaix: "Tengo respeto, pero no soy un fan". Una postura crítica, aunque medida. No todos han sido tan diplomáticos.
Jerome Pineau, ex ciclista y ahora comentarista, fue más lejos tras el Giro de Italia 2024, acusando públicamente a Pogacar de dopaje en una entrevista con RMC. "El dopaje ha existido desde el principio de los tiempos, pero los productos han cambiado", lanzó sin filtros. A estas declaraciones se sumó Jean-René Bernaudeau, director del Team TotalEnergies, quien pidió que Pogacar revelara públicamente sus datos de potencia en vatios. "El ciclismo no puede permitirse otro escándalo", sentenció.
La respuesta no ha tardado en llegar desde fuera de Francia.
Michael Morkov, exjefe de pista y actual seleccionador danés, recogió el guante en el
podcast Café Eddy, y no se guardó nada: "¿No es esto lo más típico del ciclismo francés?", dijo con ironía. "Están enfadados con todo el mundo y ven fantasmas por todas partes. No entienden por qué no son los ciclistas franceses quienes ganan el Tour de Francia o la París-Roubaix".
Morkov fue más allá, hablando de un "complejo de inferioridad" profundamente arraigado: "Tienen una historia ciclista enorme, las carreras más importantes se disputan en su país, pero les cuesta estar al nivel de las grandes naciones. Así que necesitan excusas. Y Pogacar es la excusa perfecta".