Un compañero de Mathieu van der Poel recuerda la París-Roubaix 2024: "Fue un día en el que todo encajó"

Ciclismo
domingo, 13 abril 2025 en 7:00
van der poel

Este domingo, el ciclismo se adentra de nuevo en su capítulo más brutal: la París-Roubaix, ese “Infierno del Norte” donde el polvo, el barro y el caos forjan leyendas. En medio del ruido metálico de las bicicletas golpeando adoquines, un nombre resuena con fuerza: Mathieu van der Poel, que buscará su tercera victoria consecutiva en el velódromo de Roubaix, una hazaña que lo inscribiría entre los dioses del pavé.

Pero detrás de su brillo hay un engranaje que ha funcionado a la perfección: el equipo Alpecin-Deceuninck, una maquinaria afinada que ha dominado con precisión quirúrgica las dos últimas ediciones. Y dentro de esa estructura, hay nombres que construyen la victoria en silencio. Uno de ellos es Edward Planckaert, cuyo papel secundario ha sido, sin exagerar, vital.

El año pasado, Planckaert fue testigo directo del espectáculo de Van der Poel desde dentro, viviendo una jornada en la que todo encajó. “Fue un día en el que la condición, la confianza y la carrera se alinearon”, relató a Wieler Revue. “No fue mi mejor día sobre la bicicleta, pero todo salió bien.”

Desde que llegó al equipo, su rendimiento ha dado un salto formidable. Rodeado por titanes como Mathieu van der Poel y Jasper Philipsen, el belga ha encontrado su lugar, creciendo al calor del talento que lo rodea. “Desde que estoy en Alpecin-Deceuninck, soy el doble de bueno. Correr con los mejores te obliga a dar lo mejor.”

Cada París-Roubaix tiene un punto de quiebre, un instante que define el relato. Para Planckaert, ese momento fue el ataque de Van der Poel en Orchies, un golpe de autoridad que dejó sin respuesta al pelotón. “Todo el mundo sabía que Mathieu aceleraría en algún tramo. Cuando lo vi irse en Orchies pensé: fenomenal. Sólo puedes disfrutarlo.”

Pero incluso en la perfección hay espacio para el desconcierto. Planckaert reveló que en los últimos kilómetros la comunicación se rompió, dejando a los corredores sin referencias claras. “Lo último que oí fue que Mathieu estaba treinta segundos por delante, pero ya era todo ruido en la radio. Timo y yo íbamos juntos, con ganas de llegar. Ni preguntamos a otros equipos lo que pasaba.”

El descubrimiento de que Philipsen había terminado segundo solo llegó tras cruzar la línea de meta. Fue entonces, mirando hacia la pista, que supieron lo que habían logrado. “Es extraño, pero en Roubaix solo piensas en terminar tu carrera. Aquí necesitas estar concentrado todo el tiempo.”

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