Una de las grandes leyendas del ciclismo de principios de siglo es
Vincenzo Nibali. El italiano se retiró en 2022 con dos títulos del Giro de Italia, uno del Tour de Francia y uno de la Vuelta a España, entre otros éxitos. Sin embargo, desde que colgó la bicicleta está siendo investigado de forma por
doping.
Aunque Nibali nunca fue condenado por dopaje durante su carrera, desde su retirada ha sido víctima de un intenso escrutinio.
"El Tiburón de Messina" sintió los efectos del lado oscuro del deporte en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera, perdiendo algunas grandes victorias en favor de corredores que finalmente no pasaron un control.
"Probablemente he perdido mucho", admite en una entrevista con Corriere della Sera, citando los ejemplos de Maxim Iglinskiy, un dopado convicto que superó a Nibali en la Lieja-Bastoña-Lieja 2012, y Ezequiel Mosquera, que rivalizó con Nibali en la Vuelta a España 2010 antes de ver más tarde anulados sus resultados casi una década después.
"Correr era como ir a la guerra", explica Nibali, aunque insiste en que no todos estaban dispuestos a hacer todo lo necesario para ganar, como los citados Iglinskiy y Mosquera. "Si no querías doparte, no tenías que hacerlo".
Eso no significa que Nibali haya estado libre de sospechas. Como él mismo explica, después de retirarse sin un control fallido, las sospechas sobre su persona se han disparado hasta un nivel casi demencial:
"Nunca me he dopado en mi vida, ni siquiera me lo he planteado. Pueden analizar mis muestras dentro de 100 años. No encontrarán nada", afirma desafiante el ex corredor de 40 años, aunque eso no ha impedido que algunos lleguen a extremos extremos en un intento de desenterrar trapos sucios sobre el antiguo líder del Astana.
"Me siguieron, abrieron mi coche, revisaron mi teléfono... y estoy convencido de que entraron en mi casa buscando pruebas que no había", revela Nibali, que cree conocer el motivo de la duda. "Estaba ganando, era italiano, y mi jefe de equipo, Vinokourov, tenía un pasado turbio como muchos otros".