"París huele diferente... y la carrera también": Una leyenda lamenta los cambios del Tour de Francia

Ciclismo
sábado, 22 noviembre 2025 en 5:57
TadejPogacar
En el Tour de Francia 2025 se incluyó una novedad que gustó a la mayoría de los aficionados al ciclismo. En la mítica etapa 21 de París, en vez de realizar el clásico recorrido por los Campos Elíseos, con final para los esprinters, se realizó una jornada en formato clásica con Montmartre como subida clave, donde Wout van Aert derrotó a Tadej Pogacar para cerrar la edición.
Debido a su éxito, en 2026 se repetirá la fórmula (aunque con menos desnivel). Esto sigue gistando, pero también ha traído consigo críticas de los más puristas. Por ejemplo. Marcel Kittel, ex velocista puro que ganó hasta 14 etapas del Tour de Francia en su carrera profesional, lamenta el rumbo que está tomando el Tour de Francia.
En su paso por el podcast Domestique Hotseat, Kittel habló con una franqueza poco habitual sobre un tema que le toca de cerca: el lugar cada vez más reducido que ocupan los velocistas puros en el ciclismo. Para el alemán, una de las grandes referencias del esprint en la última década, la transformación del Tour de Francia amenaza con borrar una parte esencial de su identidad.
Kittel recuerda una época en la que los hombres rápidos tenían margen real para construir su Tour. “Antes había ocho o diez oportunidades”, rememora. “Ahora, con suerte, quedan cuatro”. El cambio no le parece un simple ajuste del recorrido, sino una pérdida progresiva del espacio que definía su especialidad.
Wout van Aert evitó el esprint masivo en la etapa 21 del Tour de Francia 2025
Wout van Aert derrotó a Tadej Pogacar en el "nuevo" final del Tour de Francia

Las etapas llanas, ¿en peligro de extinción?

Uno de los mensajes que más insiste en repetir es que no se puede exigir espectáculo donde el propio recorrido no lo permite.
“Si una etapa es completamente llana, no se puede esperar un milagro solo porque haya velocistas”, explica. Considera injusto que se presione públicamente a los equipos para “animar” la carrera en días donde el pelotón necesita descansar o donde no hay terreno para crear el caos que muchos piden.
“Es el recorrido lo que hace que una etapa sea emocionante o no”, subraya. Y cuando los pocos días llana se convierten en jornadas de transición durísima, el resultado es evidente: menos opciones reales para quienes dedican semanas enteras a sobrevivir en la montaña.
Pero donde más se nota la carga emocional es al hablar del final del Tour. Para él, el sprint de los Campos Elíseos no era solo tradición: era la culminación lógica del esfuerzo de tres semanas. “Se ha perdido una gran tradición”, lamenta con un tono que refleja la implicación personal del recuerdo.
Kittel no es un observador cualquiera. Sus 89 victorias profesionales, entre ellas 14 etapas del Tour, 4 del Giro y 1 de la Vuelta, lo colocan en una posición privilegiada para entender lo que suponía París. Allí ganó dos veces, y cada detalle permanece en su memoria.
Recuerda el ambiente antes de la última batalla: —Entrar en París, llegar a los Campos Elíseos, cruzar por primera vez la meta… se siente enseguida que empieza un momento crucial.
Y también recuerda algo muy suyo, muy sensorial: “París huele diferente. Sobre todo los Campos Elíseos. Huele a comida y a perfume. No es como los demás finales del Tour”.

Una nueva exigencia en el ciclismo

Kittel reconoce que el ciclismo evoluciona y que la nueva generación de velocistas puros está obligada a adaptarse. “Tienen que ser más versátiles. Tienen que escalar mejor que nosotros”, asegura. La competencia también ha cambiado: ahora prácticamente cada equipo cuenta con su propio sprinter, y cada oportunidad es más valiosa precisamente porque hay menos.
“Cada sprint es más duro que antes”, admite. Y ante esa situación, los velocistas deben sacar el máximo provecho de cualquier ocasión.
Kittel no pide volver atrás ni cuestiona la necesidad de innovar. Su mensaje es otro: que el Tour no olvide qué hacía única su narrativa. Las etapas de velocidad eran parte del equilibrio natural de la carrera; ofrecían contraste, respiro y, a la vez, la tensión pura del lanzamiento final.
“Es parte de lo que hace del Tour el Tour”, concluye.
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