Tadej Pogacar no ganó la París-Roubaix 2025, pero lo que logró en su primera incursión sobre los adoquines más temidos del ciclismo fue casi igual de legendario. Con un heroico segundo puesto, sólo por detrás de Mathieu van der Poel, el esloveno demostró que también puede dominar el Infierno. Y aunque un error técnico lo dejó sin opciones de victoria, su actuación quedará grabada en la memoria colectiva del deporte.
Durante gran parte del día, Pogacar igualó cada ataque, cada latigazo, cada aceleración del campeón neerlandés. Incluso lanzó sus propios movimientos, sacudiendo el corazón de una carrera que parecía escrita sólo para especialistas. Pero a poco más de 38 kilómetros para la meta, en una curva traicionera, el destino dio un giro. “Vi las motos, creo que estaban paradas en la curva. Las miraba y pensaba que iban recto. Pero nadie giraba. Llegué muy, muy rápido”, relató Pogacar con la franqueza del campeón que no se esconde. “Había viento de cola, estaba atacando, íbamos a tope. Así que sí, fue demasiado rápido”.
Fue un instante fatal, suficiente para dejar a Van der Poel solo en cabeza, un liderato que nunca más soltaría. Lejos de rendirse, Pogacar siguió empujando los límites del sufrimiento humano, vacío, extenuado, pero aún peleando por el podio. El apoyo del público lo impulsó como una ola imparable: “El ambiente era increíble. En todos los sectores había mucha gente y eso ayuda”, recordó con una sonrisa entre la fatiga. “Tanto si hay viento de costado como de proa, ¡ayuda que haya mucha gente!”.
“Los últimos 20 kilómetros fueron muy, muy largos. Al final, iba bastante vacío y sí, estaba sufriendo”, confesó. Pero incluso en el sufrimiento, su potencia rozaba niveles épicos: “En los últimos 40 km, cuando éramos cinco delante, mi potencia fue de las más altas que he visto en mi vida”.
En su debut sobre el empedrado más cruel del ciclismo, Pogacar no necesitó ganar para triunfar. Cayó, sí. Pero también se levantó, luchó, y firmó uno de los estrenos más memorables que haya visto el Vélodrome de Roubaix. “Ha sido sin duda una de las carreras más duras que he hecho en mi carrera”, concluyó el campeón del mundo. Y viniendo de él, esas palabras pesan como adoquines.