He intentado ilustrar este artículo con una imagen de Mathieu van der Poel y Jonas Vingegaard juntos, pero me ha sido posible encontrar una. No digo que no exista, pero que se haga harto complicado cazar una con ambos ejemplifica a la perfección mi idea: creo que un sector de los aficionados al ciclismo son muy críticos con el ciclista danés por elegir su calendario del mismo modo que lo hace el neerlandés, que sin embargo parece contar con el beneplácito de todos.
Ambos corren a lo Armstrong, sólo que en Vingegaard no es algo novedoso, pero en VDP, sí. Me explico. Desde los dos últimos Tour de Francia ganados por Miguel Induráin, una vez que dejó de correr el Giro y varias clásicas junto a la Grande Boucle, se impuso que el que quisiera ganar el Tour tuviera que prácticamente descartar cualquier otro objetivo durante la temporada (al menos antes de la carrera gala) y que todo su calendario estuviera centrado en ello.
Es decir, disputar 2 ó 3 vueltas de una semana para coger forma para la Grande Boucle como ha estado haciendo Vingegaard habitualmente. Luego, de vez en cuando, correr la Vuelta a España aprovechando la forma que te deja el Tour. Y se acabó, a lo Froome.
Esto lo ha roto completamente Tadej Pogacar, que no tiene al TDF como único objetivo del año, que ha vuelto a atreverse a disputar el Giro antes y que, como sabéis, tiene las clásicas entre ceja y ceja. Eso ha generado unas críticas desmedidas hacia un Vingo que hace simplemente lo normal para intentar ganar la carrera más importante del ciclismo.
Y aquí llegamos al momento de comparar a VDP y a Vingegaard. El de Alpecin juega a lo mismo que el de Visma, sólo que pensando en Monumentos. Ni siquiera en clásicas. Corre lo mínimo, incluso de ciclocross, para llegar en forma a San Remo, Flandes y Roubaix. El resto le da completamente igual. Si un año le viene bien correr la E3, la corre. Si otro la Gante-Wevelgem, la corre. Pero no hace como los clasicómanos de toda la vida de ir a por todas. Tampoco de momento luego se mete en la lucha por las Ardenas.
Su calendario es cortísimo. En grandes vueltas su palmarés es ridículo (sólo hay que compararlo con el de Van Aert) y, pese a haber superado a por ejemplo Tom Boonen en número de monumentos, en grandes clásicas ganadas está a una gran distancia.
Y es que hubo un día, sobre todo desde los inicios de Lance Armstrong, en que parecía que lo único que importaba para gran parte de los aficionados al ciclismo era el Tour. Ahora ha llegado el día en que parece que lo único que importa (en el otro modelo ciclista) son los Monumentos. Dan igual el Giro o la Vuelta. Da igual ganar en Huy o en San Sebastián (importan si las sumas con monumentos o con el Tour, si no no son para tanto).
Y hay dos ciclistas que ejemplifican esto a la perfección: Jonas Vingegaard y Mathieu van der Poel: ambos corren lo mínimo para ganar lo máximo. Yo no critico a ninguno, me parecen maravillosas sus estrategias. Solo digo que si se critica a uno, se critique al otro también. Son dos caras de una misma moneda...