Desde 2011,
Luca Guercilena ha sido una figura esencial en la estructura del equipo hoy conocido como
Lidl-Trek. No obstante, en los últimos años, el italiano ha enfrentado un desafío mucho más personal y alejado de los focos del ciclismo: una lucha contra el cáncer que estuvo cerca de costarle la vida.
En una entrevista recogida por De Telegraaf, Guercilena compartió su experiencia con la enfermedad. “Me diagnosticaron un linfoma y comencé de inmediato la quimioterapia. Al principio parecía dar resultado, pero cuando llegó el invierno, mi sistema inmunológico se debilitó. Primero contraje Covid-19 y después padecí varias neumonías seguidas”, explicó. “Durante 2022, fui víctima de múltiples infecciones virales. Mis órganos comenzaron a fallar y llegué a pensar que mi vida estaba llegando a su fin”.
“El sufrimiento fue enorme. Perdía peso constantemente y los médicos estaban desconcertados. Llegué a pesar solo 58 kilos”, relató el director general del equipo. “Los tratamientos ya no surtían efecto y mi estado empeoraba cada vez más. Fue una prueba dura, tanto física como psicológicamente. No solo por mí, también por mi familia: mi esposa, mi hijo de 21 y mi hija de 26. Peleas por ti mismo, pero también porque no quieres rendirte por ellos”.
Hubo momentos en los que sintió que ya no podía más. “Cuando los doctores te dicen que no hay resultados, llegas a pensar que lo mejor sería dejar de luchar”, confesó. “Estás postrado, conectado a una mascarilla de oxígeno, sin poder hacer nada, sintiendo que tu vida ha perdido el sentido. Y lo peor es ver sufrir a los que te quieren. Cuando ves a tus hijos llorar, te preguntas si seguir viviendo es lo correcto. Crees que tal vez sería mejor desaparecer para que ellos puedan seguir con sus vidas sin ese peso”.
Su situación llegó a extremos críticos. “No tenía fuerzas ni para levantarme. El hígado dejó de funcionar, me puse amarillo. Encima, sufrí una infección estomacal. Pensé que no llegaría a 2024. Pasé 160 días en el hospital con miedo constante. ¿Iba a sobrevivir o no?”, recordó. “Pero en un momento, los médicos ajustaron el tratamiento y finalmente empezó a dar resultado”.
Ese pequeño avance reavivó su deseo de seguir adelante. “Empecé a trabajar desde casa, aunque seguía enfermo con frecuencia. Aun así, quería volver a vivir una carrera ciclista, al menos una más. Fue en la Milán-Sanremo del año pasado. Me costó muchísimo esfuerzo y después tuve que pasar el resto del día en cama, con la mascarilla de oxígeno, porque apenas podía respirar”, recordó. “Esa experiencia me dio fuerzas para seguir luchando. El tratamiento empezó a funcionar y, aunque el dolor seguía, puse la vista en el Giro y el Tour. Poco a poco, empecé a mejorar”.