Se puede decir que la
Vuelta a España de 2025 fue una gran vuelta como nunca antes habíamos visto. Sobre el papel, fue exactamente como se esperaba.
Jonas Vingegaard ganó el maillot rojo y Joao Almeida fue su más cercano perseguidor en la general, mientras que Mads Pedersen ganó cómodamente el maillot verde y Jasper Philipsen fue el sprinter puro más rápido. Pero la Vuelta fue cualquier cosa menos normal. De hecho, las carreras ciclistas se convirtieron en la trama secundaria de un gran movimiento político, ya que la carrera estuvo dominada por las protestas.
La Vuelta a España 2025 debía terminar en Madrid con el tradicional sprint en el Paseo del Prado, un desfile que suele celebrar tanto al ganador del maillot rojo como la supervivencia de tres semanas agotadoras. En lugar de ello, la carrera llegó a un caótico final cuando la Etapa 21 fue interrumpida por protestas pro palestinas que bloquearon secciones del recorrido y obligaron a los organizadores a acortar la etapa. Fue un momento surrealista y sin precedentes en el ciclismo moderno, que dejó la clasificación general congelada y la ceremonia final del podio profundamente ensombrecida por la agitación política.
Sin precedentes sí, pero difícilmente inesperado después de las tres semanas que hemos visto en España.
El incidente de Madrid puso la guinda a una carrera que ya se había visto perturbada en repetidas ocasiones por las manifestaciones. Desde la primera semana en Galicia hasta las etapas decisivas de montaña en Asturias y la última contrarreloj en Valladolid, los manifestantes hicieron sentir su presencia en múltiples ocasiones. Los responsables de la carrera acortaron rutas, neutralizaron llegadas e incluso cancelaron la celebración del ganador de una etapa. Para los corredores, los organizadores, los aficionados y el público de todo el mundo, los acontecimientos de esta Vuelta plantearon preguntas incómodas: por qué el ciclismo es un objetivo tan inaccesible, qué significa la libertad de expresión cuando choca con el deporte y si realmente se puede garantizar la seguridad en las carreras en carretera.
Este artículo relata cómo las protestas dieron forma a la Vuelta 2025, explora las razones que las motivaron y analiza las implicaciones que pueden tener para el ciclismo y el deporte en su conjunto. Echemos un vistazo más de cerca a las protestas que definieron la que quizá sea la gran vuelta más singular que jamás hayamos visto.
Contrarreloj por equipos de la 5ª etapa
La primera interrupción importante se produjo pronto, durante la contrarreloj por equipos de la Etapa 5, cuando los manifestantes bloquearon parte del recorrido delante del equipo Israel - PremierTech. Los corredores se retrasaron y el jurado de la carrera tuvo que corregir el tiempo, una decisión que suscitó un debate sobre la equidad y la integridad de la competición. El incidente puso de manifiesto que los manifestantes estaban dispuestos a utilizar la carrera como plataforma y que los preparativos de seguridad eran insuficientes para evitar interrupciones.
Desde el punto de vista deportivo, fue una molestia, pero no una acrisis. La contrarreloj continuó, se ajustaron los tiempos y la carrera siguió adelante, pero a los pocos días quedó claro que no se trataba de una acción aislada, sino del inicio de una campaña que seguiría a la Vuelta por todo el país.
Manifestación bestial de la Vuelta a España 2025.
El caos de la 11ª etapa en Bilbao
En la undécima etapa, en Bilbao, las protestas se intensificaron. Los manifestantes se situaron cerca de la línea de meta, lo que llevó a los organizadores a neutralizar la carrera tres kilómetros antes del final previsto. No se proclamó ningún ganador y los tiempos oficiales se tomaron en el punto anterior. Los ciclistas, en particular TomPidcock, que había dejado atrás a Jonas Vingegaard, se sintieron privados de una carrera justa, y los aficionados, de un resultado justo. Para la imagen de la Vuelta, fue una vergüenza sin precedentes: una etapa de una de las grandes vueltas del ciclismo que termina sin vencedor.
Este momento puso de manifiesto la fragilidad de las carreras en carretera. A diferencia de los deportes de estadio, el ciclismo se desarrolla a lo largo de cientos de kilómetros de carreteras públicas, a menudo a través de densas zonas urbanas. La neutralización de Bilbao se convirtió en un símbolo de lo expuesto que está este deporte a las perturbaciones.
En realidad, la Vuelta nunca llegó a controlar las cosas después de la undécima etapa en Bilbao. El equilibrio entre la libertad de expresión y la seguridad de los corredores nunca se estableció, y la situación se descontroló.
Etapa 13 y el Angliru
La legendaria subida al Angliru debía ser uno de los momentos culminantes de la carrera, pero casi se vio eclipsada por más protestas. Los manifestantes bloquearon parte de la carretera en la base de la subida, deteniendo los vehículos y retrasando la caravana. Aunque los ciclistas acabaron por continuar, la interrupción rompió el ritmo de la etapa al pie de la subida. También aumentó la preocupación por el hecho de que las etapas de montaña de alto nivel, en las que se reúnen miles de aficionados, son especialmente vulnerables, ya que es más difícil controlar a los aficionados.
No se trató simplemente de un inconveniente, ya que los ciclistas se vieron obligados a navegar por la incertidumbre en la carretera, sin saber si les esperaban más interrupciones. El bloqueo del Angliru demostró que las protestas podían llegar incluso a los puntos más emblemáticos de la carrera, y también a las cotas más altas.
Etapa 16 y la línea de meta perdida
Si Bilbao fue vergonzoso y el Angliru inquietante, la Etapa 16 fue francamente transformadora. Inicialmente estaba previsto que terminara con una escalada decisiva, pero la etapa se acortó después de que unos manifestantes bloquearan el acceso cerca de la subida final. La línea de meta se trasladó ocho kilómetros antes, lo que cambió por completo el carácter de la jornada. Los ataques previstos para la cima nunca se materializaron, y los aspirantes a la clasificación general tuvieron que recalcular su estrategia sobre la marcha.
Para los aficionados y los analistas, esta etapa fue el epítome de cómo las protestas estaban cambiando el resultado de la propia carrera. La victoria de Bernal, su primer triunfo en una etapa de la World Tour desde 2021, se produjo en un recorrido acortado, y el deporte empezó a verse realmente influido por la incertidumbre geopolítica.
Etapa 18 TT reducida a la mitad
Cuando la carrera llegó a Valladolid para la contrarreloj individual de la 18ª etapa, los organizadores ya estaban nerviosos. El recorrido, previsto inicialmente para 27 kilómetros, se redujo a sólo 12 después de que los servicios de seguridad consideraran que no era seguro recorrer la distancia completa. La contrarreloj se había anunciado como decisiva para la clasificación general, pero el recorte redujo su impacto.
Los aficionados se vieron privados de una verdadera prueba de fuerza contra el reloj. Los corredores también se sintieron frustrados: años de preparación pueden depender de una contrarreloj de gran vuelta, y reducirla a la mitad fue un flaco favor a la competición. Joao Almeida sacó diez segundos a Vingegaard, pero podrían haber sido más si la distancia hubiera sido mayor. Una vez más, la Vuelta no consiguió estabilizar la tensión que había provocado tanta incertidumbre.
El golpe final: Etapa 21 en Madrid
El momento decisivo se produjo en las calles de Madrid, donde tradicionalmente se celebra la última etapa con champán, fotografías sonrientes y un sprint final. Sin embargo, las protestas a lo largo del recorrido obligaron a los organizadores a suspender la carrera y acortar los circuitos finales. Finalmente, se tomó la decisión de detener la etapa por completo, dejando la clasificación congelada desde el día anterior. En realidad, la etapa nunca se iba a completar, y los acontecimientos de Madrid fueron la culminación de una carrera protestada que nunca recuperó su imagen después de la quinta etapa.
Por primera vez en la historia moderna, una gran vuelta concluyó sin que se completara su última etapa.
¿Por qué se produjeron las protestas?
Las manifestaciones fueron organizadas por grupos propalestinos, indignados por la participación de Israel en la carrera a través del Israel - Premier Techteam. Para los activistas, la Vuelta ofrecía una plataforma mundial para poner de relieve la guerra en Gaza y lo que describían como complicidad de las instituciones deportivas. Sus tácticas reflejaron otras protestas deportivas de los últimos años, en las que los activistas interrumpieron partidos de tenis, invadieron campos de fútbol o se pegaron a las ruedas de los coches durante las maratones.
Sin embargo, el ciclismo constituyó un escenario especialmente vulnerable. Con carreras a lo largo de grandes extensiones de carretera abierta, a menudo en regiones con infraestructuras de seguridad limitadas, los manifestantes tuvieron múltiples oportunidades de expresar su opinión. A diferencia de los estadios de fútbol, no había torniquetes ni barreras para impedirles el paso.
Las protestas no fueron espontáneas, sino coordinadas. Los manifestantes buscaron etapas de alto perfil, como la llegada urbana de Bilbao, la mítica subida del Angliru y el final de Madrid, para maximizar la visibilidad y el alcance.
¿Cambiará para siempre el ciclismo con los acontecimientos de la Vuelta a España 2025?
Por qué es tan difícil proteger el ciclismo
La belleza del ciclismo reside en su carácter abierto. Los aficionados se alinean en las carreteras de forma gratuita, a veces a poca distancia de sus héroes, pero esa accesibilidad es también su mayor debilidad en materia de seguridad. Incluso con miles de policías desplegados, cerrar todos los puntos de acceso a lo largo de una ruta de 150 kilómetros es realmente imposible.
Los problemas de la Vuelta reflejan un reto más amplio para el deporte. El Tour de Francia y el Giro de Italia también han sufrido interrupciones ocasionales, pero nunca a esta escala ni con objetivos tan constantes. Para las autoridades españolas, la Vuelta se convirtió en un caso de estudio sobre los límites del control. Antes de la carrera, las barreras habían protegido las llegadas al sprint, pero incluso éstas fallaron durante las tres últimas semanas en España.
Los organizadores se enfrentan ahora a un dilema. ¿Deben limitarse los recorridos a zonas más fáciles de asegurar? ¿Deben acortarse las etapas de forma preventiva? ¿O debería el ciclismo aceptar que, a diferencia de otros deportes, siempre será vulnerable a los movimientos de protesta?
Panorama general
Las protestas provocaron reacciones encontradas. Algunos argumentaron que el deporte debería ser sacrosanto, que los corredores que se entrenaron toda su vida no deberían ver comprometidas sus carreras. Otros replicaron que la libertad de expresión, sobre todo en situaciones de crisis humanitaria, no puede despreciarse.
Esta tensión no es nueva. El deporte ha sido durante mucho tiempo un escenario de expresión política, desde el saludo del Black Power en 1968 hasta el boicot a los Juegos Olímpicos. Lo que hizo inusual a la Vuelta de 2025 fue la frecuencia e intensidad de las interrupciones. En lugar de un gesto simbólico, las protestas se convirtieron en una característica estructural de la carrera.
No nos equivoquemos, hay cosas más importantes en el mundo que el ciclismo. Para la mayoría, el inconveniente de una etapa neutralizada o de un cronometraje acortado palidece en comparación con las realidades de la guerra y el desplazamiento. Los propios ciclistas lo reconocieron. Algunos expresaron su frustración por las interrupciones, pero otros admitieron que se necesitaba perspectiva. Un sprint retrasado no es nada comparado con el sufrimiento humano.
Seguridad
La principal preocupación fue la seguridad. Los ciclistas, que ya tenían que sortear carreteras estrechas y descensos traicioneros, se enfrentaban al riesgo añadido de protestas repentinas en el recorrido. Una pancarta mal colocada, una cadena humana o un vehículo bloqueado podían provocar graves accidentes. Los coches de los equipos y las motos de televisión se vieron obligados a desviarse en el último momento, lo que aumentó el peligro.
Manifestaciones bestiales en la Vuelta a España 2025.
El ciclismo como deporte es intrínsecamente peligroso, como hemos visto con los trágicos accidentes de los últimos años. La libertad de expresión es importante, pero no debe ir en detrimento de los ciclistas. La cancelación de la etapa 21 en Madrid puso de manifiesto que la seguridad ya no puede garantizarse y que ningún espectáculo merece el riesgo de una colisión masiva.
¿Qué significa esto para el futuro?
Ahora miramos al futuro. ¿Cómo responde el ciclismo a esto, ética, legal y profesionalmente?
La Vuelta de 2025 puede marcar un punto de inflexión y los organizadores de las tres grandes vueltas tendrán que planificar el riesgo de protestas como un factor central, no periférico. Esto podría significar etapas más cortas, finales más rurales o incluso un debate sobre el estatus del Israel Premier Techteam. Algunos sostienen que el ciclismo debe relacionarse directamente con los grupos de protesta, abriendo el diálogo para reducir la confrontación. Otros creen que es inevitable una actuación policial más dura.
Para los patrocinadores, los organismos de radiodifusión y los órganos de gobierno, está en juego la credibilidad de la carrera. Para los pilotos, la garantía de que pueden competir con seguridad es la cuestión más importante. Para los aficionados, el romanticismo del acceso a la carretera puede verse ensombrecido por la ansiedad ante los trastornos.
Al mismo tiempo, la Vuelta ha alimentado una conversación más amplia sobre la relación entre deporte y sociedad. El ciclismo no puede existir en el vacío; rueda por pueblos, ciudades y paisajes marcados por la política. Cuando los manifestantes insisten en que Gaza importa más que una línea de meta, nos están recordando que la etapa deportiva es inseparable del mundo que la rodea.
Una Vuelta sin igual
La Vuelta a España de 2025 se recordará menos por quién ganó el maillot rojo que por la forma en que las protestas remodelaron y detuvieron la carrera. Desde la contrarreloj por equipos en Galicia hasta el final abandonado en Madrid, las protestas convirtieron el evento en un espacio de disputa entre el deporte y la política.
El pueblo ha hablado y se ha impuesto a un gran acontecimiento deportivo.