Imogen Wolff es una de las futuras superestrellas británicas nacidas en 2006. Al igual que Cat Ferguson, corredora del Movistar Team, la mujer de 18 años es una todoterreno y está llamada a ser la cara del ciclismo femenino en las próximas temporadas. Tanto es así que ya tiene un contrato profesional con el Visma - Lease a Bike.
Wolff habló recientemente con Cycling Weekly sobre su singular trayectoria en el ciclismo profesional y los notables logros que ya ha conseguido en la escena mundial. Para muchos jóvenes corredores, conseguir un puesto en un equipo WorldTour requiere paciencia y una cuidadosa planificación. Wolff, sin embargo, tomó un camino diferente.
"Envié mensajes a todos los DS de todos los equipos WorldTour en Instagram, algo que no recomiendo hacer", admitió. "No es muy bueno para negociar. Cuando se lo conté a mi agente, me dijo: '¿Por qué has hecho eso? Pero a partir de ahí, empecé a tener conversaciones".
Aunque poco convencional, el enfoque directo de Wolff le abrió las puertas, encaminándola hacia una carrera profesional con el Visma - Lease a Bike. La pasión de Wolff por el ciclismo proviene de su familia, donde este deporte siempre ha sido una piedra angular de sus vidas. "El ciclismo siempre ha sido una parte importante de nuestras vidas como familia", afirma.
Wolff es la segunda de tres hermanos, y siguió los pasos de su madre, empezando con el triatlón y el ciclocross cuando aún era una niña. Al principio de su adolescencia, se centró en el ciclismo en pista, a pesar de que el velódromo más cercano estaba a más de una hora de distancia. "Mi padre me decía: 'También podrías dedicarte al submarinismo, en thesea es más o menos lo mismo'", explica.
Recién licenciada en Biología, Química y Matemáticas, Wolff desempeñó un papel clave en el equipo británico de persecución por equipos. El equipo no sólo ganó la medalla de oro, sino que batió el récord del mundo en la final del Mundial Junior de Pista. "La noche anterior no había dormido bien y me desperté con tos seca", reveló. "No recuerdo bien la segunda mitad de la carrera. Vomitaba sangre y estaba hecha un desastre".
Aunque Wolff ha logrado éxitos notables, su trayectoria no ha estado exenta de contratiempos. En la contrarreloj del Mundial de Zúrich, vivió un momento de frustración a pesar de terminar con el tercer mejor tiempo y llevarse a casa la medalla de bronce.
"Perdí la cabeza y me entró el pánico", admitió, y la experiencia aún le pesa. "Es difícil hablar de ello", dice, gimiendo de exasperación. "Todavía se me ponen los pelos de punta cuando pienso en ello. Sigo sintiéndome totalmente culpable".