Elia Viviani ha dejado el ciclismo profesional como solo los elegidos pueden hacerlo: con un oro mundial en la Eliminación, en Santiago de Chile, cerrando su carrera justo como la había imaginado. Su esposa, Elena Cecchini, lo definió como “el hombre más increíble que haya conocido”, mientras que Matteo Trentin calificó la gesta como algo “orgásmico”. Un adiós dorado, poético y milimétricamente planificado.
 Quien mejor puede narrar este final es Marco Villa, seleccionador nacional italiano y figura inseparable del camino de Viviani en la 
pista. “¿Una anécdota? Haría falta un libro…”, bromea el técnico, aún emocionado tras la despedida del veneciano, al que llama con orgullo “el Profeta”.
Villa explica que Viviani cumplió su sueño hasta el último detalle:
“Ha sido realmente precioso. Las cualidades y el valor de Elia eran indiscutibles, parecía que ya no tuviera más sorpresas que regalarnos, y sin embargo ocurrió lo que él soñaba. Decía: ‘Sería bonito poder ganar el Mundial en la carrera de despedida que he elegido’, una carrera mundial, no un criterium cualquiera. Ha triunfado en un contexto absoluto”.
El técnico recuerda que hace un año, cuando Viviani se quedó sin equipo, ya tenía claro que no quería retirarse en silencio:
“Me repetía: ‘No quiero terminar así, no quiero anunciar la retirada así’. Se eligió la manera de terminar su carrera, se la diseñó como él quería. Cuando se dice realizar un sueño…”.
Madurez desde el primer día
Villa recuerda perfectamente la primera impresión que le causó el joven Viviani:
“Siempre fue maduro. Desde mi primer año como técnico veía a un chico de diecinueve años que sabía lo que hacer, que sabía adónde quería llegar. A veces me preguntaba: ‘¿Cómo puede estar tan seguro si aún no ha corrido un Mundial élite?’. Y sin embargo llegó y se presentó bien, con un segundo puesto en el scratch”.
Uno de los momentos clave fue Londres 2012:
“Llegó bien preparado, y antes de la última prueba del Ómnium era primero. Luego, en el Kilómetro —que era para especialistas— terminó sexto. Eran sus primeras carreras olímpicas, empezó con un sexto puesto pero no se desmoralizó”.
Ese revés fue el principio de cuatro años fabulosos:
“Luego llegaron cuatro años intensos también en la carretera: Elia ganaba, no renunciaba a nada en carretera y preparaba las carreras de pista. No renunció nunca a un entrenamiento, ni subestimó nada”.
Para Villa, Viviani fue una pieza clave en la transformación de la pista italiana:
“En carreras largas y cortas, de grupo, él me ayudó a potenciar mi experiencia. Yo había sido nombrado seleccionador y no salía de una escuela que enseñara cómo ganar un oro olímpico en el cuarteto”.
El método actual nació casi en secreto:
“La metodología que existe ahora es sistema para la selección italiana. Nació de los entrenamientos en la oscuridad con Elia en el velódromo de Montichiari, cuando no había nadie más en pista por la noche. Solo él. Entendimos juntos qué se necesitaba para comparar carretera y pista”.
Y concluye:
“Es como si nos hubiéramos entrenado juntos, personalizamos todo. Fue un crecimiento común”.
Elia Viviani, leyenda del ciclismo italiano
Líder dentro y fuera de pista
Sobre su papel como abanderado en Tokio, Villa destaca:
“Elia se responsabilizó enseguida. Ya por la mañana organizaba sus citas y compromisos. Esa experiencia lo hizo aún más brillante”.
Y recuerda su generosidad cuando no corrió el cuarteto olímpico:
“Podía haber hecho el cuarteto, y al final estaba más contento que yo viendo el oro al cuello de los otros chicos. No se desmoralizaba nunca, participaba en todo en la vida del equipo. Siempre fue un gran líder”.
Villa rememora el icónico Ómnium de Río:
“El coreano hizo un cambio brusco de dirección. Teníamos el acuerdo de que Elia decidiría si cambiar ruedas o bici. Ya sabía qué hacer y le dijo al mecánico: ‘Cojo la segunda bici’. Y fue a ganar. También aquella fue la última carrera”.
El cariño del grupo lo resume un apodo: “el Profeta”. Villa revela momentos íntimos del equipo:
“Lamon lo llamaba el Profeta. Después de cenar estaba allí, jugando a la PlayStation con los chicos del cuarteto. Se quedaba hasta pasada la medianoche. Así de fuerte sentía la unidad del grupo”.
Y sentencia:
“Será un punto de referencia durante años. Incluso Milan y Ganna recurren mucho a él, hablan con él para gestionar ciertas situaciones. Y también para mí. Antes del Mundial de Ruanda o de la Vuelta nos llamábamos. Será siempre uno de los nuestros”.