Con el otoño asomando en el calendario ciclista, Binche – Chimay – Binche emerge como una de las últimas semiclásicas belgas del año, una carrera que, pese a su carácter tardío en la temporada, conserva un brillo propio dentro del panorama europeo. Aunque no figura en el calendario del World Tour, su historia, su recorrido exigente y su condición de prueba de prestigio nacional la convierten en un objetivo codiciado para muchos corredores que buscan cerrar el año con un triunfo resonante.
La edición de 2025, programada para el 7 de octubre, promete un espectáculo vibrante y estratégico. La carrera arrancará a las 12:10 (hora de Europa Central) y está previsto que concluya alrededor de las 16:45, tras más de cuatro horas de esfuerzo continuo sobre las carreteras del sur de Bélgica.
Tradicionalmente, la Binche – Chimay – Binche representa algo más que una simple cita en el calendario. Para muchos corredores, es la última oportunidad de la temporada para lucirse en territorio belga, un terreno donde los adoquines, las curvas cerradas y los repechos cortos dictan su propio ritmo.
Su perfil general es mayoritariamente llano, aunque el trazado no debe engañar. A primera vista, el formato gráfico del recorrido puede parecer sencillo, pero la realidad sobre el asfalto es mucho más técnica y exigente de lo que refleja el mapa. La carrera se mantiene estable y sin grandes desniveles durante la mayor parte del recorrido hasta llegar al circuito final alrededor de Binche, el verdadero punto donde se decide la acción.
Allí, en ese bucle decisivo, la intensidad aumenta vuelta tras vuelta, y es precisamente en ese tramo donde suelen marcarse las diferencias. Aun así, el desenlace más habitual sigue siendo un sprint, aunque con matices que lo alejan de una llegada al uso.
El circuito final, que los corredores afrontarán en cinco ocasiones, contiene la esencia de la carrera. En él se incluye una subida de aproximadamente dos kilómetros al 2% de pendiente media, un repecho más largo que empinado, pero lo bastante constante como para desgastar las piernas a lo largo de las vueltas.
No puede considerarse una auténtica ascensión en sentido estricto, pero tiene sus trampas: el inicio está marcado por un sector adoquinado de unos 600 metros, que introduce un punto de tensión y selección natural. Algunas rampas más pronunciadas en puntos concretos añaden un toque extra de dureza que puede convertirse en el detonante de ataques o cortes dentro del grupo principal.
Perfil: Binche - Binche
Binche - Binche, 204 kilómetros
Tras superar ese repecho, los corredores descienden nuevamente hacia el centro de Binche, donde el circuito se cierra con un sprint final en ligera pendiente ascendente. Esa característica convierte a la prueba en un escenario ideal para velocistas potentes, de esos capaces de mantener la velocidad sobre terreno quebrado, más que para los sprinters puros.
Pese a su etiqueta de carrera “para sprinters”, la Binche – Chimay – Binche rara vez permite un día tranquilo en el pelotón. No es una jornada para esconderse: el viento, las carreteras estrechas y la posibilidad constante de ataques exigen una concentración total y un esfuerzo táctico continuo.
Los equipos con velocistas deberán controlar los movimientos desde lejos, sin dejar que los grupos atacantes tomen demasiada ventaja en los tramos más técnicos. Sin embargo, el propio diseño del recorrido —con carreteras estrechas, repechos adoquinados y giros constantes— suele favorecer a los grupos reducidos y a los corredores valientes que buscan sorprender antes de la recta final.