Entre el final de la etapa 9 en Caravaca de la Cruz y Valladolid, que acogerá la etapa 10, hay unos 500 kilómetros de distancia. De ahí que los organizadores de la
Vuelta a España pusieran a disposición de los corredores dos aviones chárter para transportarlos, pero uno de ellos no pudo llegar a su destino.
Uno de los dos aviones, que partió sólo 15 minutos después del primero, no pudo aterrizar en Valladolid debido a la lluvia torrencial, el viento y una tormenta eléctrica. Esto provocó una nueva e inesperada pesadilla logística para los organizadores de la carrera, que ya han tenido que neutralizar dos finales de etapa y enfrentarse a condiciones oscuras en la contrarreloj por equipos de los primeros días. El avión tuvo que ser redirigido a Madrid, y luego ser seguido por un viaje de tres horas en autobús de vuelta a Valladolid.
"Después de un desvío llegamos a Madrid. Ahora es medianoche y aún nos quedan unas horas para llegar a Valladolid. Esto es el karma, creo. Los desplazamientos en avión en una Gran Vuelta ya no serán de esta hora en 2023", escribió Romain Bardet, mientras unos cuantos corredores compartían el incómodo incidente en las redes sociales. La carrera no se está dando ningún respiro e incluso en el día de descanso los ciclistas se enfrentan a grandes desafíos.
Este domingo, el centro de España se ha visto azotado por unas condiciones meteorológicas brutales, y el final en Caravaca de la Cruz ha quedado neutralizado después de la lluvia en la zona, provocando que la carretera se llenara de barro de los vehículos que tenían que llegar hasta la meta. Una carrera que habitualmente se enfrenta a un fuerte calor está teniendo este año todo lo contrario.