El director de la Amstel Gold Race, sobre el momento más icónico de su mandato: "Ya no podía ganar, pero ganó igualmente"

Ciclismo
sábado, 19 abril 2025 en 7:00
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La Amstel Gold Race celebra este año su 59ª edición, consolidada como la joya del ciclismo neerlandés y una de las clásicas más queridas del calendario mundial. Pero su existencia en 2025 no sería posible sin la tenacidad, la visión y el amor por el ciclismo de un solo hombre: Leo van Vliet.
Desde que tomó el relevo de Herman Krott en 1995, Van Vliet ha sido más que un director de carrera. Durante tres décadas, ha sido el guardián de esta prueba histórica, enfrentándose a retos tan variados como imprevisibles: desde catástrofes naturales hasta pandemias, pasando por roces políticos con municipios locales.
"En esos momentos me pongo en marcha. No pienso en problemas, sino en soluciones", explicó con determinación al diario De Telegraaf. Y no es una frase vacía.
Uno de los momentos más críticos ocurrió en 2010, cuando la erupción volcánica en Islandia paralizó el tráfico aéreo europeo. La carrera estuvo a punto de cancelarse. "Teníamos un cielo azul despejado, pero no se nos permitió volar en helicóptero", recuerda. Pero Van Vliet no se rindió. "El padre del Ministro de Transporte corría la carrera. Le llamé. En tres horas lo solucionaron y pudimos empezar".
Luego llegó el golpe más duro: la pandemia de COVID-19. Y, como si no bastara, el municipio de Vaals decidió poner piedras en el camino. “Presentaron cifras y hechos erróneos”, relata Van Vliet. Pero una vez más, armado de argumentos y convicción, convenció a las autoridades. “Sin una versión itinerante, se ponían en riesgo los ingresos de asociaciones, voluntarios, y un impacto económico de 20 millones de euros. Logramos que recapacitaran”.
Ahora, con 69 años, Leo Van Vliet se prepara para pasar el testigo. Pero lo hace con el corazón lleno de recuerdos imborrables. Uno de ellos brilla con luz propia: la edición de 2019, cuando un jovencísimo Mathieu van der Poel protagonizó una remontada imposible. A tres kilómetros de meta, con más de un minuto de desventaja sobre Julian Alaphilippe y Jakob Fuglsang, nadie apostaba por él. Pero Van der Poel no solo alcanzó la fuga; la superó y ganó.
"Ya no podía ganar, pero ganó igualmente. Fue algo legendario. Para cerrar esa brecha normalmente harían falta cuatro gregarios", dice Leo, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos. Un momento que sigue emocionando a cualquiera que ame este deporte.
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