Durante años,
Thymen Arensman fue señalado como uno de los grandes talentos neerlandeses llamados a brillar en las Grandes Vueltas. Sin embargo, no fue hasta el Tour de Francia 2025 —una edición marcada por el dominio de Tadej Pogacar— cuando el corredor del
INEOS Grenadiers dio finalmente el salto que muchos habían anticipado.
Dos victorias de etapa, ambas conquistadas con un estilo ofensivo y brillante, confirmaron su llegada definitiva a la élite. Pero, como el propio Arensman confesó en una entrevista con
Helden Magazine, su éxito no fue solo el fruto de un progreso físico, sino también de una transformación mental profunda.
Su primera victoria en el Tour llegó en Luchon-Superbagnères, donde se impuso en solitario al campeón del mundo Pogacar, tras una larga escapada. Días después, repitió la hazaña en La Plagne, sorprendiendo a los favoritos con un ataque tardío desde el grupo de la general y resistiendo el empuje de Jonas Vingegaard por apenas dos segundos.
“Fui a por todas. Por encima del límite”,
recuerda Arensman.
“Después de la meta me derrumbé. Así de profundo tienes que ir cuando luchas por mantener a raya a tipos como Pogacar y Vingegaard”. Fue un momento de liberación total para un corredor que, pese a sus destellos de talento desde los tiempos del Team Sunweb, había pasado años buscando la consistencia que le permitiera explotar su potencial.
Una revolución mental antes del éxito
A comienzos de 2025, Arensman cambió el enfoque. Contrató a un nuevo entrenador, modificó sus rutinas y, sobre todo, redefinió su relación con el ciclismo. “En última instancia, sólo se trata de ciclismo”,
explicó.
“Para mí, y para quienes amamos este deporte, es una cuestión secundaria importante, pero sigue siendo una cuestión secundaria. En el pasado, el ciclismo se convirtió en lo principal de mi vida, y eso sólo conduce al conflicto con uno mismo”.
Ese cambio de mentalidad le permitió liberarse de la presión que lo había lastrado. Ya no se castigaba por perder tiempo, como en las primeras etapas del Giro de Italia, ni se dejaba llevar por el miedo al fracaso. Cuando ganó en el Tour de los Alpes, lo hizo con una serenidad que no conocía. Y cuando llegó el Tour de Francia, corrió con una confianza renovada y una ligereza mental que marcaron la diferencia.
Aunque sus victorias en el Tour acapararon todos los focos, Arensman considera que su tercer puesto en la París-Niza fue su logro más importante del año. “Porque mi entrenador y yo sabemos lo que hay detrás de ese rendimiento”,
explicó.
“Puede que la gente sólo vea una foto en el podio o un nombre en los resultados, pero detrás hay un largo proceso, que aún continúa”.
Fue en esa carrera donde comprobó que su nuevo enfoque funcionaba, tanto mental como físicamente. Descubrió que alejarse de la obsesión por el control y aceptar la imperfección podía llevarle a su mejor versión.
Thymen Arensman ganó 2 etapas en el Tour de Francia 2025
Mirando a 2026: nuevas metas, misma filosofía
De cara a 2026, Arensman tiene claro su objetivo: aspirar a la clasificación general en una Gran Vuelta y seguir perfeccionando su contrarreloj. Pero su arma más poderosa no será una mejora física, sino su mentalidad renovada. “No tengo todas las respuestas”, reconoce. “Pero he aprendido a aceptar lo que venga y a disfrutar del proceso”.
El nuevo Arensman se presenta como un corredor equilibrado, maduro y consciente de sus límites. Un ciclista que ha entendido que ir más allá del límite no sólo implica esfuerzo físico, sino también aceptación y fe en uno mismo.
Para el holandés, su nueva filosofía se resume en una idea sencilla: “Darlo todo, aceptar el resultado y seguir adelante”. No es un eslogan, sino una lección aprendida a base de sufrimiento. La de un corredor que, al cruzar la línea totalmente agotado, no sólo gana etapas, sino también paz consigo mismo.