Mattias Skjelmose asegura que la reacción a
su victoria en la Amstel Gold Race 2025 fue mucho más allá de las felicitaciones. Corredores y staff le dijeron que su triunfo fue “una bendición para el deporte”.
No porque fuese un ganador improbable, sino por lo que representó: la prueba de que, incluso cuando
Tadej Pogacar y
Remco Evenepoel parecen tener la carrera controlada, se les puede derrotar.
Con frecuencia, las carreras que involucran a los dos mayores superestrellas actuales siguen un patrón conocido: Pogacar se marcha, Evenepoel marca el ritmo detrás y el resto se resigna a pelear por las migajas.
Por eso esta edición destacó: pese a que Pogacar atacó en solitario y Evenepoel elevó la velocidad desde atrás, la diferencia cayó, la carrera se reagrupó y Skjelmose los batió al esprint.
“Me faltaron cinco metros para enlazar… pero era la táctica correcta”
En declaraciones a Wieler Revue, Skjelmose repasó el momento clave en el Gulperberg cuando atacó Julian Alaphilippe y Pogacar respondió al instante.
“Cuando atacó Alaphilippe, Ben Healy me cerró un poco,” dijo. “Después me faltaron cinco metros para hacer la conexión, en parte porque decidí no vaciarme del todo. Visto ahora, era la táctica correcta.”
Eso implicó marcar su propio ritmo en lugar de reventarse demasiado pronto. “Obviamente tuve un gran día, pero estrictamente por sensaciones, he tenido días mejores en 2025.”
Skjelmose cruzó la meta incrédulo, por delante de Pogacar y Evenepoel
“Tuve el control en el Cauberg” – Skjelmose, frente a frente con dos de las mayores superestrellas modernas
En la última subida al Cauberg, Skjelmose, Pogacar y Evenepoel viajaban juntos, con un desenlace a tres inesperado. “La última vez en el Cauberg, yo tenía el control,” recordó Skjelmose. “Creo que Remco tiraba a ritmo y no necesariamente intentaba soltarnos. Todos confiábamos en nuestro esprint.”
Con la meta cerca, se negó a que la magnitud de la oportunidad alterase su enfoque. “¿Estaba nervioso en el final? No, ¿por qué iba a estarlo? Quería hacer el mejor esprint posible; luego sería primero, segundo o tercero.”
Más importante aún, no dejó que los nombres a su lado nublaran su juicio. “Es una virtud no darle demasiadas vueltas a todo. Me centré en lo que debía hacer y no pensé en el tamaño de la carrera ni en la opción de batir a dos de los mejores del mundo.”
Instantes después, lanzó la bici con todo y logró la victoria más simbólica de su carrera.
“Íbamos todos al límite” – el esprint que lo decidió todo
Skjelmose dijo que los datos del final estuvieron lejos de ser espectaculares: la carrera había sido demasiado dura. “La diferencia con los perseguidores era suficiente como para jugar y no pasar siempre,” explicó. “No tengo idea de cuántos vatios moví en el esprint, pero no fue nada impresionante. La carrera fue tan dura que íbamos todos al límite.”
No tiene un recuerdo enmarcado en casa, pero sí guarda una imagen concreta. “No tengo una foto colgada en la pared, pero guardé unas cuantas buenas. La mejor es en la que todos lanzamos la bici en la línea.”
Skjelmose admite que el año, en general, no fue sencillo. “He tenido una temporada bastante dura, pero es bonito poder decir después: ‘Por muy difícil que fuese, gané la
Amstel Gold Race’. Y además contra Pogacar y Evenepoel. Nadie me podrá quitar eso.”
Lo que más le sorprendió tras la llegada, dice, fueron los mensajes y comentarios inesperados dentro del pelotón, incluidos los que le dijeron que su victoria se sintió como “una bendición para el deporte”.
Para muchos observadores, fue un recordatorio de que incluso dos de las mayores superestrellas modernas pueden ser batidas cuando la carrera se abre, un sentimiento que se reflejó en las reacciones que recibió Skjelmose en los días posteriores a su triunfo.