Oscar Onley siempre había sido considerado un escalador de enorme proyección, pero ha sido su actuación en el
Tour de Francia la que ha revelado al gran público hasta dónde puede llegar el ciclista escocés. Su cuarto puesto en la edición de este año, rozando el podio, confirmó su madurez competitiva en una de las carreras más exigentes de los últimos tiempos y en su primer intento serio de pelear por la general en una gran vuelta.
“Sabía que una subida como Mûr-de-Bretagne se ajustaba perfectamente a mis características, e incluso en el Mont Ventoux, si es la única ascensión del día, puedo desarrollar toda mi potencia”, explicó Onley a RIDE Magazine. “Pero la etapa del Col de la Loze fue decisiva para mí. Allí sentí que no podía haber nada más duro, con ese nivel de rivalidad. Y yo estaba ahí, metido de lleno”.
Onley ya había brillado semanas antes con un tercer puesto en el Tour de Suiza, donde además llegó a imponerse a João Almeida en un final en alto. Sin embargo, su crecimiento en el Tour no solo se basó en picos de rendimiento, sino en una constancia que confirmó su potencial como especialista en grandes vueltas. Al entrar en la tercera semana, resultaba evidente que el líder de
Team Picnic PostNL había entrado en otra dimensión. Pero la etapa 18, con final en el Col de la Loze, fue su auténtico salto adelante: la carrera se rompió ya en el Col de la Madeleine, cuando
Jonas Vingegaard lanzó un ataque lejano incluso antes de llegar a la base de la ascensión decisiva.
Durante más de una hora de esfuerzo continuo, el Col de la Loze se convirtió en el mayor examen del Tour, tanto por su interminable dureza como por la altitud. Onley fue el tercero más fuerte entre los candidatos a la general, rodando cerca de
Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard y abriendo un hueco enorme respecto al resto, incluido Florian Lipowitz, que había probado suerte con un ataque antes de la subida.
La confirmación de que pertenece a la élite
“Me demostró que era capaz de competir en el día más duro del Tour de Francia, porque antes y durante la carrera tuve muchas dudas sobre mí mismo”, reconoce. “Unas semanas después del Tour, entrenando, me puse a recordar todo y me di cuenta de que estoy completamente satisfecho con lo que hice”.
Onley es un ciclista muy exigente consigo mismo, y lo logrado en Francia confirmó lo que muchos intuían desde hacía tiempo. “Normalmente soy bastante crítico. No suelo sentirme del todo satisfecho aunque consiga un buen resultado, y eso me mantiene motivado. Pero cuando repaso este Tour, sé que no había margen para hacer algo más”.
“No gané ninguna etapa, pero con el desarrollo de la carrera era prácticamente imposible que pudiera lograrlo”. Aun así, su capacidad en la montaña invita a pensar que ese triunfo puede llegar más adelante. “Habría sido complicado escaparse, sobre todo desde el grupo de favoritos”.
“Pero el resultado refleja el nivel al que puedo aspirar. Fui el cuarto mejor escalador y el cuarto mejor hombre de la general en el Tour. Puedo decirlo sin reservas. Y eso me da una enorme motivación para lo que viene”.
Tadej Pogacar, Jonas Vingegaard y Oscar Onley, en el Col de la Loze
La crono, el último gran paso por dar
Como vueltómano moderno, aún tiene margen de mejora en la contrarreloj. Aunque las grandes vueltas incluyen ahora menos kilómetros de ITT que nunca, los mejores especialistas suelen ser también los grandes candidatos a la general. Onley terminó 23.º en la crono del Tour y, en 33 kilómetros, cedió más de dos minutos respecto a Remco Evenepoel, que en su versión más fuerte habría amenazado incluso la posición del escocés.
“Puedo mejorar sin ninguna duda. Ya sabía antes del Tour que la contrarreloj es mi punto débil. Peso 60 kilos y no soy especialmente potente, pero Vingegaard pesa más o menos lo mismo y es un excelente contrarrelojista”, compara. “Todavía tengo margen para crecer en ese aspecto, y eso me motiva muchísimo”.