Se esperaba que la
Vuelta a España 2025 concluyera en Madrid con la tradicional etapa de desfile y llegada al sprint, un día de fotos con champán y ceremonias sonrientes en el podio. En cambio, la carrera se interrumpió en medio de protestas pro palestinas en la capital española, y
Jonas Vingegaard fue coronado campeón en el poco glamuroso aparcamiento de un hotel.
Para los corredores, el personal y los organizadores, fue un cierre surrealista e inquietante de tres semanas marcadas por disturbios, etapas acortadas e interrogantes sobre el papel del deporte en la política.
Las protestas, dirigidas contra la participación de Israel a través del equipo
Israel - Premier Tech, provocaron neutralizaciones, cambios de ruta y cancelaciones a lo largo de toda la carrera. Se bloqueó la contrarreloj por equipos de la Etapa 5, se neutralizó la Etapa 11 sin declarar ganador, se retrasó la subida al Angliru de la Etapa 13, se eliminó la subida decisiva de la Etapa 16, se redujo a la mitad la contrarreloj de la Etapa 18 y, finalmente, se abandonó la Etapa 21.
Al final, nadie dudaba de la gravedad de la situación, aunque las opiniones sobre su significado y la manera en que debió haberse gestionado variaban drásticamente. A continuación, repasamos algunas de las perspectivas más relevantes de corredores, miembros del personal y expertos tras tres semanas impactantes en España.
Los ciclistas hablan
Para muchos ciclistas, la constante incertidumbre y la abrupta cancelación de la Etapa 21 dejaron sentimientos amargos. El ciclista de Intermarché - Wanty, Kamiel Bonneu, que completó las tres semanas, no se anduvo con rodeos al hablar de la situación: "Esto no ha sido una protesta, ha sido crimen organizado. Si tu objetivo es la paz, hazlo pacíficamente". Su enfado reflejaba la opinión de muchos en el pelotón, que consideraban que las manifestaciones habían cruzado la línea que separa la expresión política del sabotaje.
El ganador de la carrera, Jonas Vingegaard, se mostró igualmente decepcionado tras el final en Madrid: "Es una pena que nos hayan arrebatado un momento tan especial. Estoy muy decepcionado. Tenía muchas ganas de celebrar esta victoria con mi equipo y los aficionados. Todo el mundo tiene derecho a protestar, pero no de una manera que influya o ponga en peligro nuestra carrera".
Sin embargo, Vingegaard también mostró empatía al principio de la carrera, reconociendo la causa más amplia: "He dicho que entiendo lo que está pasando y por qué protestan. Ojalá lo hubieran hecho en otro sitio, no lo voy a negar, para que pudiéramos competir como es debido. Pero lo hacen por una razón: han encontrado aquí una plataforma que no han podido encontrar en ningún otro lugar". Estos comentarios ponen de manifiesto la tensión que sentían muchos ciclistas: reconocían la gravedad de los problemas de Gaza, pero cuestionaban los métodos que ponían en peligro su seguridad y sus carreras.
Para Matthew Riccitello, del Israel - Premier Tech, que se convirtió en una de las revelaciones de la carrera al ganar el maillot blanco y terminar quinto en la general, la carga emocional fue significativa. "Para ser sincero, ha sido muy duro para todos nosotros. No sólo para nuestro equipo, sino para todo el pelotón. No he utilizado mucho el teléfono, sólo para hablar con la familia y los amigos. Han sido tres semanas angustiosas".
¿Qué hizo la UCI?
La Unión Ciclista Internacional (UCI) condenó la interrupción, pero insistió en mantener la neutralidad. "La Unión Ciclista Internacional (UCI) condena firmemente las acciones que llevaron a la neutralización de la 11ª etapa de la Vuelta a España. La UCI reitera la importancia fundamental de la neutralidad política de las organizaciones deportivas dentro del Movimiento Olímpico, así como el papel unificador y pacificador del deporte. Los grandes acontecimientos deportivos internacionales encarnan un espíritu de unidad y diálogo, por encima de las diferencias y divisiones".
Sin embargo, más allá de esta declaración, el organismo apenas tomó medidas visibles. Ciclistas y equipos se preguntaban por qué no se había reforzado su seguridad y por qué se dejaba tanta responsabilidad en manos de los organizadores de la carrera.
Varias voces dentro del deporte fueron críticas con los organizadores de la Vuelta y con la UCI. Jan Ullrich no se contuvo: "No hay una verdadera columna vertebral. Dejaron que Israel - Premier Tech continuara y devolvieron la decisión al equipo". Rick Zabel se mostró igualmente crítico: "Los organizadores no se están cubriendo de gloria. La realidad es que la imagen de la Vuelta ya ha sufrido mucho".
Patrick Lefevere, que nunca se queda callado, cuestionó la obligación básica de diligencia hacia los equipos: "Cabe preguntarse si los organizadores no tienen un deber de cuidado con los equipos. ¿No deberían asegurar sus zonas de aparcamiento? Uno empieza a preguntarse por qué los organizadores no dan un paso al frente. Nos invitan a sus carreras, utilizan a nuestros ciclistas y equipos para vender su evento y, sin embargo, nos abandonan a nuestra suerte cuando se trata de una protección básica".
Esta crítica refleja un consenso más amplio: la UCI y los organizadores de la Vuelta se apresuraron demasiado en emitir declaraciones y tardaron en ofrecer protección concreta. En lugar de tomar las riendas, señalaron a los manifestantes, a las realidades políticas y a Israel, al propio Premier Tech, mientras los ciclistas corrían riesgos. En resumen, la UCI y los organizadores no hicieron lo suficiente.
¿Puede continuar Israel - Premier Tech?
Israel - Premier Tech, en el centro de la tormenta, se enfrentó a un intenso escrutinio. Algunos organizadores y comentaristas sugirieron que el equipo se retirara para rebajar la tensión. El corredor del IPT Tom van Asbroeck rechazó enérgicamente esta idea: "El organizador de la Vuelta se merece una tarjeta amarilla por insinuar que nuestro equipo debería abandonar la competición. Sería el colmo. ¿Qué pasa con los EAU o Bahrein, donde los derechos humanos son un punto de fricción? Dejemos que los ciclistas simplemente compitan".
Su argumento puso de relieve la incoherencia de señalar a un equipo por motivos políticos, mientras que otros, respaldados por gobiernos que también son objeto de críticas en materia de derechos humanos, compitieron sin rechistar. Fue un recordatorio de que el deporte rara vez está libre de la geopolítica, y que la aplicación selectiva de los principios socava la credibilidad.
Para algunos en el pelotón, el final de Madrid fue el último aviso. Michal Kwiatowski captó la sensación de inquietud: "No se puede fingir que no pasa nada. A partir de ahora, todo el mundo tiene claro que una carrera ciclista puede servir de escenario eficaz para las protestas y que la próxima vez sólo empeorará, porque alguien permitió que sucediera y miró para otro lado".
La vulnerabilidad del ciclismo fue explotada durante la Vuelta a España de 2025