Perico Delgado ganó el Tour de Francia en 1988 y fue uno de los referentes del ciclismo mundial en la década de los ochenta y principios de los noventa. Acaba de publicar el libro 'La soledad de Perico', en el que repasa toda su carrera profesional.
En el mismo, habla de la obsesión que había por perder peso entre los equipos del pelotón internacional de la época . Esa obsesión les llevaba a no medicarse.
"Recuerdo que en mi época nos dolía una rodilla y te decían que no podías tomar nada, un catarro que te mueres y nada, una pierna como un botijo y nada... Y estabas un montón de días sin poder curarte. Hoy hay tantos aspectos tecnológicos que el ciclista no disfruta. Se vuelve un obseso del peso. Les oyes decir: 'Tengo que bajar 100 gramos". Aunque estén en los huesos. ¿Y si tienes hambre? Te jodes'", comentaba Perico.
Eso sí, durante las carreras el excompañero de Miguel Induráin en Banesto no se privaba de alimentarse bien para asegurarse que no iba a faltarle energía durante las pruebas. Espectacular los desayunos que se marcaba:
"Yo no he pasado hambre nunca como ciclista. Entonces comías bien, como diciendo. 'Hay 200 kms de carrera y a lo mejor no llego'. Yo te digo lo que desayunaba: una tortilla de patata de dos huevos, un bistec grande, un plato de macarrones bien hermoso o arroz banco, y luego rematabas con pan tostado, magdalenas y café con leche... Esto lo haces ahora y te echan. Te cebas así y te dirían: "Oye, que no te vamos a matar como a un gorrino, que has venido a dar pedales...".