La
Vuelta a España 2024 ha sido sin duda una de las Grandes Vueltas más intrigantes e impredecibles de los últimos tiempos. En una carrera a menudo dominada por los favoritos, este año ha traído un refrescante cambio de espacio, desafiando la sabiduría convencional de lo que hace que una carrera sea realmente emocionante.
La ausencia de
Tadej Pogacar y
Jonas Vingegaard, dos de las grandes estrellas de este deporte, ha dejado un vacío importante. Pero, ¿ha restado espectáculo o nos ha dado algo aún más emocionante?. Artículo original de Fin Mayor en
Cyclinguptodate.
La narración previa a la Vuelta
Cuando Primož Roglič se hizo con el maillot rojo tras una actuación dominante en la cuarta etapa, muchos predijeron que la carrera se convertiría en una procesión hasta Madrid, con la superestrella eslovena añadiendo otra Gran Vuelta a su reluciente palmarés. Sobre el papel, Roglič era el corredor más fuerte del pelotón, especialmente en ausencia de Pogačar, Vingegaard y Remco Evenepoel, que decidieron no participar en la Vuelta de este año. Sin estos pesos pesados, y salvo una caída de Roglic, la historia parecía decidida: Roglič se haría con la victoria sin oposición ni amenazas.
Pero el ciclismo es un deporte en el que a menudo reina lo inesperado, y la quinta etapa dio un vuelco a la carrera. Ben O'Connor, un corredor de enorme talento pero que no figuraba entre los favoritos antes de la carrera, lanzó un audaz ataque que le hizo ganar más de cinco minutos y, con ello, el maillot rojo. En una carrera con Pogačar o Vingegaard, es difícil imaginar que un movimiento así pudiera tener éxito. Sus equipos lo habrían cerrado casi con toda seguridad, protegiendo a sus líderes de perder un tiempo crucial. Pero con su ausencia, la carrera estaba muy abierta, lo que permitió a O'Connor aprovechar su momento.
El efecto Pogačar y Vingegaard
No es exagerado afirmar que la rivalidad entre Pogačar y Vingegaard ha sido el hilo conductor de las tres últimas ediciones del Tour de Francia. Sus batallas cara a cara se han convertido ya en legendarias, con cada corredor empujando al otro a hazañas sobrehumanas. Su rivalidad ha aportado a este deporte un nivel de emoción e imprevisibilidad que hacía mucha falta. Pogačar, el talento prodigioso que parecía estar a punto de dominar durante los próximos años, encontró su pareja en Vingegaard, un competidor silencioso pero implacable que emergió como el único corredor capaz de desafiar la supremacía del esloveno.
Sus duelos han dado lugar a algunos de los momentos más memorables de la historia reciente del ciclismo. Ya fuera el impresionante ataque de Vingegaard en el Mont Ventoux en 2021, en el que distanció a Pogačar y marcó el comienzo de su rivalidad, o los intercambios de golpes en las montañas de los Pirineos y los Alpes en los Tours posteriores, estos dos corredores han elevado el deporte a nuevas cotas. No es de extrañar que muchos aficionados al ciclismo se sintieran decepcionados por su ausencia en la Vuelta de este año.
Sin sus explosivos ataques y su implacable marcación del ritmo,la Vuelta 2024 ha carecido del tipo de fuegos artificiales que esperábamos en elTour. La capacidad de Pogačar para lanzar ataques devastadores que solo Vingegaard puede seguir es algo que se ha convertido casi en sinónimo de las Grandes Vueltas modernas.Su ausencia sin duda ha dejado un vacío en ese sentido.
Un tipo diferente de carreras
Pero quizá nos hayamos acostumbrado demasiado al espectáculo de la Pogačar-Vingegaard. La Vuelta a España 2024 nos ha mostrado una cara diferente de las carreras de Gran Vuelta, que no es menos atractiva. La carrera ha estado marcada por batallas tácticas, apuestas estratégicas y un nivel de imprevisibilidad que ha mantenido a los aficionados al borde de sus asientos.
Roglič, a pesar de ser el favorito antes de la carrera, se ha visto obligado a correr con astucia en lugar de limitarse a dominar a sus rivales. Después de que las extrañas tácticas del Red Bull Bora-Hansgrohe en la 5ª etapa le dejaran con una desventaja significativa respecto a O'Connor, Roglič ha ido recortando metódicamente la ventaja del australiano. Su estrategia se ha basado en la paciencia y la precisión, sin esforzarse en exceso pero manteniéndose siempre a una distancia prudencial. En las últimas etapas, ha recuperado más de cinco minutos y ahora está a sólo cinco segundos de O'Connor, a falta de varias etapas de montaña y una contrarreloj.Es una clase magistral de carrera inteligente, que demuestra que Roglič está lejos de haber terminado como aspirante al Gran Tour.
Y luego está O'Connor, el desvalido que ha cautivado los corazones de los aficionados al ciclismo de todo el mundo. Su defensa del maillot rojo ha sido heroica. Una y otra vez, se ha visto distanciado en las subidas, sólo para contraatacar y limitar los daños, negándose a ceder el liderato sin luchar. Sus actuaciones han sido un testimonio de valentía, determinación y la creencia de que todo es posible en las carreras de Gran Vuelta. Independientemente de si conserva el maillot rojo hasta Madrid, O'Connor ha sido el más destacado de esta Vuelta, demostrando que no es necesario ser favorito antes de la carrera para brillar en la etapa más importante.
La ausencia de Pogačar y Vingegaard también ha permitido a otros corredores entrar en escena. Richard
Carapaz, Enric Mas y Mikel Landa (antes de su desafortunada pérdida de tiempo en la etapa de ayer) han demostrado que siguen estando entre los mejores del mundo, con actuaciones brillantes que han mantenido la carrera muy abierta. Sin la sombra de Pogačar y Vingegaard, estos corredores han tenido la libertad de competir por la victoria, en lugar de limitarse a luchar por ser el mejor del resto.
La pureza de la competencia
Para los aficionados al ciclismo, esta Vuelta ha sido un recordatorio de lo que hace que este deporte sea tan especial. Aunque la rivalidad entre Pogačar y Vingegaard es sin duda el mayor atractivo de este deporte en estos momentos, su ausencia ha permitido que la carrera desarrolle otro tipo de narrativa, que no por ello es menos atractiva.
La Vuelta de este año lo ha tenido todo: un tapado en cabeza, un tricampeón persiguiéndole y muchos otros corredores con opciones reales de podio en las últimas etapas. Ha sido una carrera de giros y sorpresas, en la que nada ha sido seguro y en la que cada etapa ha deparado un nuevo drama. En muchos sentidos, ha sido una forma más pura de competición, en la que la táctica, la estrategia y la fuerza de voluntad han sido las protagonistas.
Por supuesto, a todos nos gusta ver enfrentarse a los mejores del mundo, y no hay duda de que una Vuelta con Pogačar y Vingegaard habría sido un espectáculo digno de contemplar. Pero en su ausencia, hemos disfrutado de algo diferente, algo que nos ha recordado por qué nos enamoramos de este deporte en primer lugar.
Conclusión
Entonces, ¿ha sido mejor la Vuelta sin Pogačar yVingegaard? La respuesta, en muchos sentidos, es subjetiva. Si te gustan los ataques explosivos y los duelos épicos que han definido los últimos Tours de Francia, entonces quizás esta Vuelta ha dado la sensación de que le faltaba algo. Pero si aprecias las sutilezas de las carreras tácticas, la emoción de lo inesperado y la alegría de ver emerger a nuevas estrellas, entonces esta Vuelta ha sido tan emocionante como cualquier otra carrera reciente.
Al fin y al cabo, el ciclismo es un deporte de infinitas posibilidades, en el que todo puede pasar y cualquiera puede ganar. La Vuelta a España de este año ha sido una celebración de esa imprevisibilidad y, por ello, ha sido una carrera para recordar, con o sin Vogačar y Vingegaard.