Simon Yates ya había ganado una Gran Vuelta, pero ninguna como esta. Al repasar su triunfo en el Giro de Italia 2025, el detalle que aún no encaja no es el ataque en el Colle delle Finestre ni la maglia rosa en Roma, sino la inusual ausencia de contratiempos.
“En mi carrera en Grandes Vueltas, siempre hay un pequeño problema, siempre hay una molestia, siempre hay una caída o un pinchazo en el peor momento”,
recuerda Yates en conversación con TNT Sports. “Y este año fue todo tan fluido. Increíble.”
Esa incredulidad atraviesa cada parte de
cómo Yates explica ahora la carrera. En TNT Sports, el británico admitió que incluso en la mañana de la etapa decisiva del Giro, la victoria final apenas figuraba en sus pensamientos. Pese a arrancar la Etapa 20 tercero en la general, la fe era limitada. “¿Ganar la carrera? Probablemente no. Estaba perdiendo algo de tiempo en la última semana, segundos aquí y allá.”
Lo que sí tenía era la sensación de que el momento exigía atacar. “Me sentía muy bien, en toda esa última semana me encontré genial, y sabía que quería intentar algo. Aunque no fuera por la general, quería intentar mostrarme en esa subida por la historia que tiene desde 2018.”
Un movimiento guiado por el instinto, no por la expectativa
Esa distinción es importante. Yates no atacó la Finestre con un plan milimetrado para ganar el Giro. La subida le debía una desde siete años antes, y la decisión de irse se basó más en el instinto que en el resultado.
Mientras se marchaba, la carrera giró por lo que ocurría detrás. El líder Isaac del Toro y el excampeón del Giro Richard Carapaz quedaron emparejados, sin comprometerse con una persecución sostenida.
Yates era muy consciente de lo precaria que seguía siendo su situación. “No dejaba de preguntar por radio si seguían juntos o no”, explicó. “Si alguien hubiese logrado hacer la selección, se habría convertido en una contrarreloj entre todos.”
En cambio, la duda marcó el momento. “Con ellos juntos, siempre hay esa vacilación”, dijo Yates. “Así que seguí pidiendo a coche información actualizada: ‘Necesito saber si siguen juntos’.”
En ese pulso, el Giro empezó a inclinarse.
Simon Yates tiene ya 2 Grandes Vueltas en su palmarés
Un Giro decidido por la información y el timing
Las consultas constantes por radio muestran la realidad del día. No fue un dominio sereno, sino incertidumbre permanente. “Las piezas encajaron de verdad: los dos de atrás vigilándose, jugando al gato y al ratón”, dijo Yates. “No podía haber salido mejor.”
Coronada la Finestre con una ventaja creciente, Yates enlazó con su compañero Wout van Aert, que bajó desde la fuga para llevarlo por el valle hacia Sestriere. El impulso táctico estaba ya de su lado, aunque la convicción aún iba por detrás de los hechos.
Preguntado cuándo se permitió pensar que el Giro era suyo, la respuesta subrayó cuánto pesan las experiencias previas. “Suena ridículo porque la renta era enorme, pero de verdad no me lo creí hasta unos 200 m antes de la meta.”
Cuando nada sale mal, todo se siente distinto
Esa incredulidad no se separa del historial de Yates en Grandes Vueltas. Durante años, sus carreras se definieron por pequeños momentos que llegaban en el peor instante. Este Giro fue distinto, no por ser impecable en la ejecución, sino por ser ininterrumpido.
“Toda la carrera, y ese día, salió perfecta. Ni en sueños”, dijo Yates. “Y este año fue todo tan fluido. Increíble.”
La victoria supuso su segundo título en una Gran Vuelta tras la Vuelta a España 2018, pero su significado fue más allá de las cifras. Fue la rara experiencia de tres semanas sin la sensación familiar de que algo iba a torcerse.
Mirando al futuro, Yates confirmó que los planes para la próxima temporada aún se están cerrando, y añadió que “lo sabremos pronto” al ser preguntado por una posible defensa del Giro en su programa.
Por ahora, el recuerdo definitorio de su Giro no es la maglia ni el podio, sino la novedad de acabar una Gran Vuelta sin esperar el desastre. Una carrera en la que el timing por fin jugó a su favor, y en la que la fe llegó justo a tiempo.