El fichaje de Marlen Reusser por Movistar Team: ¿Error o acierto?

A finales de 2024, el Team SD Worx – ProTime afrontó un terremoto competitivo: se marchaban Demi Vollering, Niamh Fisher-Black y Marlen Reusser, tres pilares que habían definido una era y que, paradójicamente, iban a demostrar al año siguiente que su salida no era un descenso, sino un impulso. En 2025, la suiza no sólo estuvo a la altura de Vollering: ofreció la mejor versión de su carrera, situándose en un nivel donde, siendo realistas, únicamente un puñado de corredoras pudieron compararse con ella.

Ya era una de las mejores del mundo. Su temporada 2023 lo había dejado claro, con triunfos en el Tour de France Femmes en forma de victoria de etapa, general en Itzulia Women y en el Tour de Suisse, además de Gent-Wevelgem y los Campeonatos de Europa. Pero 2024 fue un golpe frío: el covid persistente interrumpió su progreso, la obligó a detener su temporada en junio y sembró dudas reales sobre si, a los 33 años, podría volver a mirar de tú a tú a la nueva generación que emergía precoz y voraz.

El problema no era sólo físico o generacional. SD Worx estaba repleta de talento hasta el techo. En el ciclismo femenino, donde el calendario aún no tiene el volumen ni la diversificación del masculino, juntar tantos liderazgos era casi un desafío logístico y emocional. Vollering, Reusser, Kopecky, Wiebes, Vas, Fisher-Black, Bredewold: demasiadas ambiciones para un solo maillot. El choque era inevitable. La suiza eligió mover ficha, fichó por Movistar con un contrato de tres años y, rápidamente, todo cobró sentido.

Reusser reapareció con una potencia renovada. Sin un inicio explosivo, cierto, pero acelerando justo cuando la carretera pedía verdad, en mayo. Como una versión moderna, femenina y suiza de Miguel Indurain, se impuso con un estilo inconfundible: más pesada que las escaladoras puras, más fuerte en contrarreloj que cualquiera, capaz de soltar vatios que desafían la lógica en paredes donde, sobre el papel, no debería ser la más ágil.

Fue segunda en la Vuelta, sólo por detrás de Demi Vollering, y aun así ganó en terrenos que debían teóricamente penalizarla. Luego llegaron Burgos y el Tour de Suiza, ambas generales incluidas, derrotando a Elisa Longo Borghini y a la propia Vollering en batallas directas, acumulando victorias tanto contra el cronómetro como en alta montaña. A eso se añadió el título nacional suizo de contrarreloj y otra exhibición previa al Giro Donne en Bérgamo, donde volvió a ganar contra el reloj.

El Giro se decidió por segundos. Longo Borghini, en plenitud absoluta, necesitó cada gramo de fuerza, cada detalle táctico para contenerla. Reusser fue un martillo constante, una amenaza continua. Sólo la resistencia final de la italiana evitó un vuelco histórico. En el Tour, el guion pudo repetirse, pero un virus estomacal la obligó a abandonar el primer día, cortando una narrativa que prometía ser incendiaria.

Reusser volvió más tarde y su temporada adquirió dimensión histórica. En Kigali, la contrarreloj mundial fue, simplemente, su terreno natural. Ganó su primer arco iris con una autoridad que bordeó lo inevitable, aventajando a Anna van der Breggen en 51 segundos sobre un recorrido exigente. En la prueba de ruta sólo un error táctico de las favoritas impidió que escribiera un doblete. Después, como si fuera rutina, sumó otra corona europea en Francia: su cuarto título continental en la disciplina.

SD Worx tenía líderes de sobra para seguir dominando 2025, pero la salida de Reusser fue el detonante de una verdad incontestable: lejos de apagarse, encontró su pico. Su fichaje por Movistar no sólo fue un acierto: fue el movimiento que liberó su mejor nivel, el que confirmó que, a veces, marcharse de una superestructura no es perder poder… sino ganar identidad.