¿Cómo es posible que los Países Bajos produzcan una velocista de primer nivel tras otra? Con esa pregunta en mente, la revista RIDE recurrió a las corredoras clave en cuestión e intentó encontrar una respuesta con
Charlotte Kool.
Lo bueno llega rápido. O quizá sea rápido, en lenguaje de velocistas. Kool, de 24 años, no sólo disfruta con sus victorias. Esprintar también la hace feliz. "Creo que es lo más bonito que hay. En una carrera de este tipo se suele acumular tensión hasta el final. Entonces la mente está a cero. Vas hacia tu presa como una especie de león. La presa es entonces la línea de meta. Para llegar allí, estás concentrado durante todo un día e intentas gastar lo menos posible durante toda una etapa así".
Para Charlotte Kool existe, por tanto, una clara dicotomía en una etapa. El último kilómetro y el resto de la carrera son un mundo de diferencia. "Siempre me planteo como una especie de juego superar una etapa así de la forma más económica posible. Por supuesto, para eso necesitas a tu equipo, pero yo intento gestionarlo lo mejor posible. Afortunadamente, las chicas lo entienden muy bien. Y saben muy bien cómo sacarme adelante y cómo no. Cuando me doy cuenta de que no he subido demasiadas escaleras en un día, me da una especie de satisfacción".
El último kilómetro es un reto tanto físico como mental. Por eso, el gremio de los velocistas no es para todo el mundo. "Realmente tiene que estar en ti. No sólo físicamente, sino también mentalmente. No debes tener miedo ni ser capaz de desconectar el miedo en un final así. Por ejemplo, yo no veo peligro alguno. No es que lo intente conscientemente, es que no lo veo. Cuando lo ves, se hace muy difícil. En ese caso frenas demasiado rápido o no estás en la posición correcta".