El ciclismo es un deporte que muchas veces nos averguenza. Sobre todo cuando el doping entra en juego, aunque es cierto que los organismos internacionales son más duros con el deporte de las dos ruedas que con otros como el fútbol, donde las sanciones se hacen por detrás y con ticket de reducción incorporada.
La UCI nunca ha funcionado como debe y lo último es el descontrol de los contratos. No hay seriedad. No hay profesionalidad. Hace un año veíamos como Cian Uijtdebroeks rescindía por la cara con BORA para marcharse a Visma y ahora hemos conocido que Maxim van Gils, una de las mayores promesas del ciclismo belga, ha rescindido su contrato con Lotto-Dstny.
Así, según wielrennen, el ciclista, con contrato hasta 2026, renovó en marzo con Lotto y ha decidido romper su relación con su equipo. Lo normal es que el caso ahora llegue a tribunales, donde veremos si le imponen una compensación que rondará el millón de euros, algo que cualquier equipo top del WorldTour puede pagar sin problemas.
Así, los equipos con menos posibilidades económicas ya no sólo deben tener atados a sus ciclistas por varios años, también deben incluir otro tipo de medidas, porque la justicia lo que va a hacer es que el ciclista se salga con la suya y vaya a correr a donde quiera.
Veremos lo que ocurre con un ciclista que esta año ganó en Andalucía, Frankfurt y Aargau y tuvo actuaciones extraordinarias en Strade Bianche (3º), Milán-San Remo (7º), Flecha Valona (3º) o Lieja (4º). Eso le hace pensar que merece más pasta... y a fe que ha dado el paso para conseguirla.