Chente García Acosta, director deportivo de
Movistar Team que ganó como ciclista etapas en el Tour de Francia y la Vuelta a España, dio un salto repentino a la fama del mundillo sin buscarlo. La serie
El Día Menos Pensado hizo viral su forma de hablar, tan directa como espontánea. “Es que sale todo natural”, confiesa, como quien no entiende aún el fenómeno en una bonita charla con Pablo Ordorica en el
canal de Youtube Vividores SL.
“Nunca te das cuenta de que está la cámara allí”, añade, resignado a que frases suyas de toda la vida circulen por redes sociales. Una en especial se convirtió en icono: “la frase de la fuga de la fuga la había dicho yo millones de veces”. Con todo, sabe que la exposición tiene un precio y que las redes no perdonan: “es normal que cuando no gane se te critique… y cuando haces las cosas bien, no digan nada”. Aun así, no oculta que en ocasiones “te toca un poco la fibra”.
Si se rebobina su memoria hasta los días de ciclista, aparece la imagen de un joven que convivía con su ídolo. “Estaba conviviendo con mi ídolo”, dice sobre
Miguel Induráin, con una mezcla de admiración y respeto que aún no se ha erosionado con el tiempo. “Yo conviví con toda la preparación que estaba haciendo para el Tour”, recuerda. También evoca con cariño a
Chava Jiménez: “con Chava es con quien más habitación he hecho… Chava era un supercrack”. Aquellas habitaciones eran un mundo aparte, lleno de bromas, silencios y rutinas que ya no existen.
Desde el primer día supo qué lugar ocuparía dentro del equipo. “Era una formación de gregario”, explica. No hubo frustración, sino claridad: “yo ganar no puedo… si quiero vivir de esto, hay que ser lo mejor en lo que sea”. Por eso, aunque su palmarés individual sea modesto, cada triunfo del equipo lo sintió intensamente: “todas las carreras que he ganado… es como un pedazo tuyo”.
Valverde y Pereiro, momentazos
Entre los recuerdos luminosos cita sin dudar “la Vuelta que ganó el Bala en 2009” o “el Tour de Pereiro del 2006”, además de una vida entera “en la pelea en muchísimas etapas… he hecho Tour y Vuelta doce años seguidos”. Pero cada luz tiene su sombra. Los golpes fueron muchos: “no sé cuántos huesos tengo rotos, pero una pila de ellos”. Y la caída más dura se le quedó grabada: “me rompí una vértebra, cúbito y radio… tenía un hematoma… casi para trasfundir”. Su resumen de aquellas temporadas físicas y mentales lo dice todo: “es una mierda”.
La retirada llegó cuando él quiso, aunque la decisión le dejó cicatrices que no se ven. “Yo ya tenía clarísimo que para que mi hueco lo ocuparía alguien”, asegura. Sin embargo, con el tiempo aparecieron dudas: “luego me arrepentí… tenía que haber seguido otro año”. Y después, la realidad inmediata: “estuve en el paro un año”. Desde ahí empezó su segundo aprendizaje, dentro del equipo pero desde otra perspectiva: “fueron unos años cojonudos para luego ejercer como director”.
Alejandro Valverde vivió grandes momentos con Chente García Acosta en Movistar.
Convertido ya en parte fundamental de la estructura, comprendió la magnitud del trabajo oculto tras cada jornada: “la logística, los viajes, la distribución del trabajo… es un mundo”.
Su relación con Eusebio Unzué, forjada en más de tres décadas, es tan profesional como personal: “es un segundo padre totalmente”, afirma. “Es mi jefe… pero también una relación de mucha amistad y cercana”.
Chente también ha sido testigo directo de cómo el ciclismo se transformó por completo. “El ciclismo que hay ahora con el que había antes no tiene nada que ver”, sentencia. Le preocupa que los jóvenes ya no disfruten igual: “veo que no disfrutan… está todo mucho más controlado”, y que “ya se están firmando contratos superprematuros”. Resume el cambio en una palabra repetida: “las prisas, la inmediatez”.
La situación de Movistar Team
Sobre la situación del
Movistar, su análisis es cíclico: “lo que yo soy consciente es de que estos son ciclos”. Reconoce que
“hemos pasado un momento malísimo”, pero también que “ya vamos a la mitad del ciclo… de subir” y que “
poco a poco estaremos a un buen nivel”.No evade hablar de los supercorredores que dominan la actualidad. Sobre Pogacar lo expresa con transparencia: “Pogacar es un puto fenómeno”. Y admite asombrado que “esta diferencia no se vio nunca en el ciclismo”. A veces, pide más emoción: “que arranque a falta de 10, a ver qué pasa”.
En el presente, como director, tiene su debilidad: las clásicas. “Yo las clásicas”, confiesa. Y aún guarda con viveza aquel día del Bala en Flandes: “Flandes fue la hostia”. La Roubaix la aprecia, aunque “es más agresiva”.
De sus primeros años como profesional conserva la frescura de quien se ríe de sí mismo: “éramos unos pardillos”. Y también una época sin tecnología: “ni entrenador… era por sensaciones”. Todo ello forma parte del tipo de ciclista que fue y del director que es.
Si la vida le diera a elegir de nuevo, no cambiaría demasiado. “Volvería a ser ciclista”, asegura sin pensarlo. Y si tuviera que escoger un corredor actual para reencarnarse, lo tiene claro: “sería Van der Poel”.