"Es maravilloso que te reciban así en casa": Florian Lipowitz y su cambio de estatus tras el podio en el Tour de Francia

A sus 24 años, Florian Lipowitz todavía se acostumbra a vivir bajo los focos. Desde su irrupción en el último Tour de Francia, su vida ha cambiado a gran velocidad: el teléfono no deja de sonar, los seguidores en redes se multiplican y, sin embargo, el joven alemán mantiene la misma serenidad que siempre lo ha caracterizado.

Ese carácter se hizo evidente en Laichingen, su ciudad natal, donde más de un millar de aficionados abarrotaron la plaza central para celebrar su histórico tercer puesto en París y el triunfo en la clasificación del maillot blanco. Entre pancartas, camisetas ciclistas y largas filas de seguidores en busca de fotos y autógrafos, Lipowitz definió la escena para Sportschau con la sobriedad que lo distingue: “algo realmente especial”.

El camino hasta ese podio no fue convencional. Laichingen, un lugar sin tradición de grandes ciclistas, ve ahora cómo uno de sus vecinos se ha convertido en la gran promesa de las carreras por etapas en Alemania. Pese a la notoriedad, el corredor insiste en que poco ha cambiado. Regresa a dormir en la habitación de su infancia y hasta su abuela bromea recordando cómo, tras el Tour, lo encontraron descansando sobre un colchón hinchable en medio del lago de Garda.

El apoyo familiar ha sido un pilar clave. Sus padres y su pareja, Antonia, le acompañaron durante las tres semanas de la Grande Boucle, dándole la estabilidad emocional que necesitaba en el mayor desafío de su carrera. “Siempre estuvieron ahí, fue de gran ayuda”, confesó Lipowitz, mientras Antonia resumía la experiencia como “indescriptible”.

Su rendimiento en el Tour, sin experiencia previa en la carrera, sorprendió a todos: tercer puesto en la clasificación general y mejor joven, frente a la competencia más dura del pelotón. Él mismo reconoce que los últimos días fueron un reto no solo físico, sino también mental. Tras cruzar la meta en París, necesitó desconectar: vacaciones, teléfono apagado y tiempo para asimilar lo que había logrado.

Ahora, con su nombre instalado en la élite del ciclismo internacional, Lipowitz encara el futuro sin perder su naturalidad. En Laichingen todos saben quién es, y el orgullo colectivo quedó patente en la multitud que se reunió para rendirle homenaje. “Es maravilloso que te reciban así en casa”, dijo el ciclista, visiblemente emocionado.

Para muchos, fue la celebración de una nueva estrella del ciclismo alemán. Para sus vecinos, fue el reconocimiento a aquel chico local que, con trabajo constante y carácter discreto, logró convertir un sueño en realidad. El podio en París ya forma parte de la historia, pero lo que está por venir promete aún más.